lunes, 29 de febrero de 2016

A poblar otros mundos










A  POBLAR  OTROS  MUNDOS





Novela juvenil, ecológica y romántica






Sin escenas de violencia ni de sexo






Antonio Silva Mojica




















LA  MAÑANA  DEL  VUELO !!


Mi padre Wilson es dueño de una avioneta de fumigaciones; planea sobre los cultivos esparciendo una blanca nube de fertilizantes. Un día nos dijo que lo habían invitado a fumigar  unos arrozales del Brasil y nos preguntó  si queríamos acompañarlo en ese viaje. Mi madre Alicia aceptó al momento. Nosotras brincábamos de  felicidad y corrimos  a preparar los morrales, y además 2 talegos de tela, uno con ropa calentana y otro con disfraces para el carnaval del Brasil. Al  día  siguiente madrugaríamos  a iniciar ese paseo  de maravilla.

Y amaneció el glorioso día  y emprendimos el vuelo…Desde el aire contemplábamos la tupida selva amazónica como una alfombra verde infinita, por en medio de la cual serpenteaba  el grandioso  río color café con leche.

 ¡Papi, le dijo mi hermana Karin,  de 7 años, yo quiero ver desde aquí  el Trapecio Amazónico de Colombia.

 Mi amor, no hay tal trapecio, la selva es enteriza. Las fronteras son líneas imaginarias que no se ven desde avión.

 Y yo quiero ver desde aquí el ecuador terrestre, dijo por chiste mi hermano Jaime, de 13 años, gemelo mío.

    El ecuador terrestre también es una línea imaginaria, contestó mi padre.

 ¡Miren, miren, gritó Karin, veo que  vuelan  unas garzas rosadas, y esas sí no son imaginarias!

Efectivamente, un aleteo como pétalos de rosa viajaba por encima de los árboles contrastando con el verde oscuro de la selva. A ratos nuestra avioneta atravesaba una  nube blanquísima, perdíamos toda visibilidad, pero en seguida salíamos otra vez al cielo azul y al sol.

   ¡Yo veo  dinosaurios a la orilla del río, gritó Nubia, de 5 años.

 Mi amor, le corregí al momento, no son dinosaurios sino cocodrilos, y están asoleándose.

  Y yo veo focas  asoleándose, exclamó Karin.

-  No son focas sino manatíes. Son unos peces mamíferos que  tienen pechos de mujer. Los conquistadores pensaron que eran sirenas.

  Yo  sí creo que los manatíes son muchachas, afirmó  Jaime.

-      ¿En qué conoces que son muchachas?  le pregunté.

    En que les gusta tenderse a sol y broncearse. Sonreímos.

 Mamá gozaba oyendo  los disparates que decían las niñas.  
      Mi padre piloteaba feliz, tarareando  una canción.








ESCALA  IMPREVISTA


Llevábamos ya más de dos horas volando sobre ese mar de copas de árboles, cuando de pronto dijo  mi hermana menor Nubia:

  Mami, quiero hacer chichí.

 ¡Aguántate! le dijo mi madre.

 -    Aquí no hay dónde aterrizar, afirmó papá.

Entonces yo, Azucena (me dicen Susi), que no cesaba de explorar con la vista el panorama, de pronto divisé  en la lejanía un claro de selva, un potrero largo y plano a la orilla del río y cerca de unas cabañas pajizas,  se lo mostré a mi padre  y le dije:

  Podríamos aterrizar ahí.  Mi padre respondió:

-  Pero yo veo chigüiros en ese potrero.

  ¿Qué son chigüiros, papi?

  Son unos cerditos silvestres.

-  Y no los podríamos espantar?

-   Lo intentaré.

Dicho esto mi padre accionó el timón de profundidad,  la avioneta inclinó la trompa y empezamos a descender como en  montaña rusa, sentíamos un vacío en el estómago. Con el ruido del motor y  con la cercanía de la avioneta que se les echaba encima, los chigüiros huyeron al bosque  y dejaron  libre el potrero.

Papá quiso cerciorarse de que no hubiera altibajos ni arbustos y sobrevoló revisando a ojo el pastizal. A la segunda vuelta descendimos con precisión. Tocaron pasto las ruedas, nos sacudíamos bruscamente, por fin paramos. Nubia se bajó y corrió a esconderse detrás de un matorral.

Nos bajamos todos para descansar y desentumecernos. Sacamos el canasto del fiambre para merendar. ¿Pero dónde sentarnos? en el pasto habría sin duda garrapatas y otros bichos; nos dirigimos entonces hacia las cabañas pajizas.

Cuando nos acercábamos a un rancho salieron de él dos perros mudos color canela, mansitos, y se nos vinieron batiendo la cola y mostrando los dientes; parecían reírse, y nos hicieron reír. Mudos, es decir que no ladraban. Les ofrecimos pedazos  de pan, que aceptaron con satisfacción. En seguida vemos  que salen del mismo rancho dos niñas morenas y gemelas, de unos 6 años de edad  y completamente desnudas.   

 ¿Pero estas indias no tienen vergüenza?  exclamó Jaime.

 No es que no tengan vergüenza, repliqué yo defendiendo a las niñas; es que no tienen malicia. Y además con este calor…

  Mamá, le dijo Nubia a mi madre, regalémoles a estas niñas unos interiores. 
             
  Claro,  mi amor, le respondió mi madre, pero será otro día.  
 Nubia insistió:

   En los morrales traemos los cucos nuevos que íbamos a estrenar en el Brasil. Mi hermana Karin y yo se  los obsequiamos a estas niñas,   y tú nos compras  otros nuevos en Brasilia, ¿vale?

Mi madre sonrió con la propuesta ingenua de la niña, y aprobó con una venia.  Nubia y Karin se dirigieron a la avioneta y volvieron con los morrales a la espalda. Nos acercamos a la primera cabaña y  gritamos:

 ¡Buenos días!  Nadie contestaba.  Entonces nos asomamos a la puerta para inspeccionar.

Tendido en el suelo un indio, papá de las mellizas,  se quejaba mostrando una herida en el  tobillo amoratado.

  Picar culebra venenosa, dijo el indio, y yo tener que ir  a hospital pueblo vecino.

 Tranquilo, le dijo mi padre, yo lo llevo. Y a nosotros nos encareció: Ustedes  quédense aquí junto al rancho, volveré tan pronto pueda.

Le ayudamos al indio a  levantarse  del suelo y lo acompañamos hasta la avioneta, le ayudamos a subir, y una vez sentado le abrochamos el cinturón de seguridad y nos bajamos. Mi padre prendió el motor,  la hélice  rugió y giró rápidamente, la avioneta avanzó por el pastizal,  aceleró y  alzó el vuelo…









VESTIR  AL  DESNUDO


Nubia y Karin  se adelantaron al rancho acompañadas de los dos perros mudos y de las dos nenas desnudas. En la cocina del  rancho encontraron a la india mamá, que estaba desgranando  mazorcas. Nubia y Karin la saludaron,  le obsequiaron las dos prendas y le explicaron cómo vestir a las niñas. La india les recibió los regalos y los miraba con satisfacción. Nubia y Karin salieron carialegres y se reunieron con nosotros.

 ¡Misión cumplida!  exclamó Karin triunfante,   a estas dos nenas ya   no las volveremos a ver  desnudas.

Mientras tanto nosotros nos habíamos  sentado en un tronco tendido en el suelo en frente de la choza. Sacamos de la canasta el refrigerio y empezamos a devorar y a beber: sánduches  y limonada.

De pronto vemos que salen del rancho las dos niñas morenas y gemelas pero  no estrenando interiores como esperábamos,  sino todavía  desnudas. Nubia y Karin se miraron extrañadas. A continuación salieron del rancho los dos perros mudos, y esos perros sí estaban estrenando los cucos de las gemelas… Estallamos en risas. Salió en seguida la india madre y nos dio esta explicación:

  Mis hijas prefieren andar  viringas (desnudas). Cucos  las acaloran. 

A  continuación compartimos con esa familia el resto del refrigerio en medio de  comentarios jocosos y a la vista de los perros disfrazados de niñas, los cuales también participaron  de nuestra merienda.

En esas vemos que viene caminando hacia nosotros el cacique de la tribu luciendo nariguera de oro a manera de pírsin, y brazaletes de chaquiras, que son  unas pepas del monte del tamaño de fríjoles pero de color encendido. Acompañando al cacique viene la cacica, pelo suelto y lacio caído sobre los hombros desnudos. En el cuello luce un collar que le da muchas vueltas; collar de perlas finas. Nos pusimos de pie.












OJOS  CELESTES


De la mano de la cacica venía una niña de unos 12 años de edad,  cabello castaño oscuro ensortijado, facciones finas que no parecían de india. Y, cosa rara entre los indios, los ojos de la niña  eran de color  azul-marino. Pero el mejor adorno de la inocente criatura era  su deliciosa risita de hoyuelos,  de pequeños dientes blancos y parejos que parecían de porcelana. 

Nos saludamos haciendo una  venia, sin darnos la mano. De pronto vemos que Zulay, como se llamaba la princesa india, se queda mirando fijamente a mi hermano Jaime, el cual quedó fascinado. La cacica entonces cubrió los ojos de la niña con la mano, y así cortó el hechizo, que iba a terminar  en beso inevitable. Ya se sabe que hay ojos que adormecen, ojos que enferman y ojos que atraen. Algunas culebras con solo mirar a un pajarito lo engatusan  y lo atraen hacia sus fauces. Así esta princesa era sumamente atractiva.

En esas oímos que se acercaba un avión y corrimos al potrero a ver llegar nuestra avioneta con mi padre,  pero venía  un helicóptero. Al descender soplando con su hélice  peinó el pasto y aventó flores secas y hojarasca. Al fin se posó en la hierba. Nos acercamos; salió el piloto disfrazado de Papá Noel, nos reímos. Era un tío nuestro, hermano de mi mamá; y como estábamos en tiempo de Navidad, venía disfrazado. En seguida nos informó:

-    Saludes de su papi, nos encontramos en el puesto de salud. Le informaron por el  radio-teléfono de la avioneta que lo ascendieron a instructor de pilotos y  tiene que posesionarse ahora mismo. Les manda el talego con los vestidos de tierra caliente,  porque ustedes deben permanecer unos días en la maloca indígena.

    Perdón Papá Noel, le suplicó  mi madre angustiada, ¿usted no podría  llevarnos a casa en helicóptero?  

-   Siento mucho, respondió Papá Noel, voy cargado  con canecas de combustible, hay sobrepeso y peligro, no puedo llevarlos.

Dicho esto, Papá Noel nos dio  la mano enguantada, subió al aparato, se sentó y empuñó los comandos. La gran hélice o rotor empezó a girar y a rugir. El ventarrón de la hélice tumbó a Nubia y a Karin, que rodaban por el prado atacadas de la risa e intentando cubrir sus blancos  muslos con la minifalda; fue para risas.

La niña Zulay  miraba  el helicóptero que  se alejaba…Entonces caímos en la cuenta de que Papá Noel no nos había entregado el talego de la ropa calentana, ni nosotros nos habíamos acordado de pedírselo a tiempo, pero ¿ya qué?

  Mami, ¿qué es una maloca?  le preguntó Nubia.

 Maloca es un gran rancho indígena, redondo como un kiosco, le respondió mi madre, y con techo de paja, ya lo verás.

La pareja de caciques se ofreció a conducirnos hasta la maloca, y hacia allá nos dirigimos.

 ¡Señora Cacica, le dijo mi hermano  Jaime con  picardía,     Zulay me está mirando otra vez!  La cacica  volvió a cubrirle los ojos a la niña y se volvió a interrumpir el hechizo.

 ¡Qué problema con esos ojos turquesas! comenté yo en voz baja.

 ¿Qué son turquesas?  me preguntó Nubia.

  Turquesas  son unas piedras preciosas de color  azul marino.

 A lo mejor esta chica  nos va a prender el  mal de ojo,  nos dijo mi madre hablándonos  en inglés para que no entendieran los indios.

 La culpable de todo lo que nos está pasando es Nubia,  dijo Karin, por habérsele ocurrido  hacer chichí durante el vuelo.

 No hay mal que por bien no venga, contestó mi hermano gemelo Jaime, esperemos a ver en qué para esta aventura, a lo mejor nos aguarda una linda sorpresa.

   Claro, le reviró Karin, como tú ya levantaste una linda novia de ojos divinos…Y además princesa…

Jaime enrojeció y le contagio a Zulay la vergüenza. La niña sonreía con timidez y resaltaron los hoyitos de  sus mejillas.

 ¡Qué problema con  Jaime, dije yo en voz baja, que  se enamora de cualquier china!

-   No es cualquier china,  protestó Jaime, es una princesa. Y además tú no digas nada, Susi, que a lo mejor también te aguardan unos lindos ojos turquesas que te engatusen, y veremos si eres capaz de rechazarlos.

 ¡Mami,  le rogué yo, salgamos cuanto antes de esta selva, no vay nos engatusen a todos.

-     Claro, mi amor, tan pronto regrese tu papá en la avioneta.






REGRESA  PAPÁ 


En esas oímos nuevamente  ruido de a avión y alzamos la vista al cielo. Sí era papá, pero Papá Noel  en su helicóptero.  Creíamos que descendería otra vez al potrero y nos entregaría la ropa que nos había anunciado, pero el aparato se detuvo en el aire encima de nosotros y fue descolgando la bolsa  de los vestidos prendida de un cable. Corrimos a recibirla y a  soltarla. Le dimos las gracias a Papá Noel agitando las manos y mandándole besitos.   El autogiro se alejó y se elevó  con el cable colgando.

Quedamos pensativos y perplejos. ¿Por qué mi padre nos envía las mudas de ropa, será que tendremos que permanecer  muchos días en la selva?  A mí me asaltó un presentimiento que me aceleró los latidos  del corazón y me llenó de tristeza: ¿Sería que a mi papito lo engatusaron también unos  ojos turquesas…?   Y se me desgranaron las lágrimas.

 No llores, mi amor,  me dijo mi madre, que haces  llorar a las niñas; pero Nubia y Karin ya estaban llorando.

En esas vemos que se acercan las dos niñas morenas y gemelas, pero  ahora sí  estrenando interiores. Nubia y Karin sonrieron entre lágrimas y corrieron a felicitarlas, a cada una un besito. La india mamá se reía, los perros mudos se reían… nosotros también nos  reímos y acabamos aplaudiendo. Karin tomó de la mano a una de las nenas, Nubia tomó a la otra, y las dos  parejas   haciendo  caballitos  iban  cantando aquel jubiloso villancico:

Los zagales y zagalas
al Niño vamos a ver,
con piticos  y tambores
causándole gran placer.








UNA  LORA  BILINGÜE


Llegamos  a la maloca y abrimos el talego para ver nuestros vestidos, pero ¿qué encontramos? Que mi papá se había equivocado y en vez de mandarnos el talego de la ropa calentana nos mandó el de los disfraces; soltamos la risa. A lo mejor lo hizo  por pura broma, una inocentada, ya que  estábamos en Navidades.

El cacique nos enseñó unas hamacas tendidas entre los horcones de la maloca. Horcones son postes-columnas que sostienen el techo. En esas hamacas pasaríamos la noche.

Jaime descubrió una lora gris en  la baranda  y se le acercó para hablarle.

¿Quiere cacao?  le preguntó a la lora y esperó la respuesta…Viendo que no contestaba, dedujo:

  Esta lora también es muda como los perros.

 Claro que es muda, le repliqué yo, porque no es lora sino lechuza. Nos reímos. Efectivamente era una lechuza especial del Amazonas.

-  Yo le enseñaré a conversar, afirmó Jaime, hay que tratarla con cariño y con amor.  Y le habló así:

 Belleza, diga  cacao.  El búho abrió más esos ojazos negros y redondos pero no decía nada.

Jaime hizo ademán de besarlo y le acercó el pico…  El búho  estiró el cuello y con gran habilidad y rapidez le zafó el pírsin.  Soltamos la risa.            

  Me alegro, dijo mi madre, ¿para qué se ponen esas tonterías en los labios?

 ¡Chiiito!  pidió Kárin en voz baja, vean que el cacique también usa un pírsin en la nariz, y de oro nada menos.

 Y ustedes que se creían muy modernas…añadió mi madre, y resulta que ese gancho  ya lo usaban  las tribus   desde hace siglos.

 Ahora entiendo por qué se llama lechuza, comentó Karin: porque al que se le acerque  le-chuza.

 Ay tan chistosa, replicó Jaime, ahora  quítale mi pirsin del pico, no vay  se lo coma.
    
El búho soltó el anillo y articuló palabras indígenas mezcladas con palabras españolas. Luego empezó a reírse como  lo haría una lora doméstica, burlándose quizás de nosotros.

  Es una lechuza bilingüe porque sabe dos lenguas,  comentó Nubia. La secretaria de mi padre  también es bilingüe.

 Bilingüe no es una secretaria que sabe dos idiomas,  explicó Jaime por chiste, sino una secretaria que charla  por dos. Le celebramos la ocurrencia.





AMOR  A  PRIMERA  VISTA


La pareja de caciques había cumplido  con enseñarnos la maloca y con ponerla a nuestro servicio, y  ahora se disponían a retirarse.  Les agradecimos  y les dimos a entender que nosotros  queríamos acompañarlos a su vivienda,  y aceptaron. Ellos caminaban adelante, y nosotros  detrás, con todo respeto y hablando en voz baja.

Por el camino mi hermano Jaime no se aguantó las ganas de ir junto a Zulay, la princesita,  y se atrevió a ir junto a ella como su edecán. De pronto vemos que la niña Zulay lo toma de la mano disimuladamente…

 ¡Se cuadraron! dije yo. Se  rieron mis hermanas. 

   Jaime debió sentirse en la gloria y parecía que no tocara el suelo, que fuera levitando. De ahí en adelante mi hermano se embobó, quedó perdido, todo eran ojos para contemplar a su  sardina.

 ¡Tan feo que es estar enamorado,   comentó Karin; miren a Jaime cómo se dejó esclavizar de  esa  india!

 Todo lo contrario,  le repliqué  yo, estar enamorada es delicioso, es el supremo placer sobre la tierra. ¿Acaso los curas no nos sermonean diciéndonos que Dios es Amor y que el primer mandamiento es el amor?

 Ya estás enamorada y sin tener de quién, replicó Karin. ¡Cómo será cuando te encuentres de verdad con otros lindos ojos azules.

 Otros lindos ojos  azules  no hay en el Amazonas, le aseguré yo,  los de Zulay son una  excepción.

-   ¿Y qué tal que Zulay  tenga  un  hermano gemelo?

Quedé  muda y pensativa, no se me había ocurrido esa dichosa posibilidad, y desde ese momento perdí la paz y el sosiego y solo anhelaba  encontrarme con un Príncipe Azul de ojos turquesas.

El cacique, su esposa y la niña, como iban adelante, llegaron primero a su cabaña y entraron. Cuando nosotros nos íbamos acercando salió a recibirnos Zulay, sonrisa de hoyuelos. Se me dirigió a mí personalmente, mirándome con esos ojos divinos y, lo que yo menos esperaba, me besó en la frente.

 ¡Gracias, Zulay!  le dije emocionada.

 Yo no soy Zulay,  contestó esa belleza,  yo soy Samir, hermano gemelo de Zulay.

Me ruboricé como nunca, se me quemaban las mejillas. Y al fin se me desgranaron las lágrimas y me apoyé  en  mi madre. Ella procuraba tranquilizarme  diciéndome:

  ¡Mija,  por Dios, respira hondo, relájate! Entremos y te sientas.

Mientras tanto el joven o niño Samir, después de saludar a mamá y a Nubia y a Karin, entró a la cabaña y al momento volvió a salir de  gancho con Zulay. Los dos gemelos vestían exactamente igual, peinado igual, sonrisa igual. Y, por supuesto, ojos iguales, ojos turquesas. Mirando yo a los dos mellizos tuve la impresión de haberme vuelto bizca porque veía doble imagen.

Y me asaltó una duda: ¿Cómo distinguirlos de ahora en adelante? Los dos mellizos sonreían como preguntándonos  Adivinen quién es Samir y quién Zulay.  Nosotros aguzábamos la vista para descubrir alguna diferencia entre los dos gemelos, pero no la había o no la descubríamos  (a  la niña Zulay todavía no  le apuntaban los pechitos).

   ¡Ya la vi!  gritó Nubia entusiasmada y se adelantó a examinar el brazo izquierdo de  Zulay.

  ¿Ven este lunar? ¡Esa es la diferencia! Efectivamente,  Zulay  lucía un lunar en el brazo izquierdo,  Samir  no.









CUATRO  TURQUESAS


En esas oímos otra vez ruido de avión y alzamos la vista al cielo. ¡Venía nuestra avioneta! Hicimos una venia para despedirnos de la  familia real  y corrimos al potrero de aterrizaje. Agitábamos manos y pañuelos para darle la bienvenida a mi papá, las niñas brincábamos y brincábamos.

La avioneta descendió y al fin  potrerizó. Se abrió la portezuela y salió el indio que había llevado mi padre  al puesto de salud. Salió sin necesidad de ayuda, venía muy restablecido. Nos saludó con una sonrisa  de gratitud y se dirigió a su rancho. Corrimos a saludar a mi papá, pero él no se bajaba de la avioneta sino que por la ventanilla nos  invitó  diciéndonos:

  ¡Súbanse y nos vamos!

 ¿Te ascendieron a instructor de pilotos?  le preguntó mi madre.

   Aplazaron el ascenso, respondió papá.

 ¿Por qué sería?

 Después te explico, es largo de contar. Y volvió a invitarnos:

 ¡Súbanse y nos vamos!

 Papá, yo no me quiero ir  de aquí, le  aseguró Jaime.

  No entiendo…contestó  papá.

  Después te explico, respondió mi hermano.

  ¿Y por qué no me lo explicas ahora mismo?

-    Es largo de contar.

  ¡Porque Jaime está enamorado!  gritó  Kárin.

  ¡De una india! completó Nubia.

Jaime se puso rojo y para disimular hacía que se abotonaba la camisa, le temblaban las manos. Papá notó esa turbación y se mostró preocupado. Se quitó los guantes y bajó de la avioneta; lo  saludamos  de beso y abrazo y lágrimas.

  No les hagas caso,  le dijo mi madre a  papá, hoy es día de inocentes y les gusta chancearse.

  Ah, bueno, menos mal,  dijo mi padre tranquilizándose, no ha pasado nada. Sin embargo someteremos todo a un referendo.

A continuación invitamos a mi padre a la maloca, donde habíamos dejado  el talego  con los disfraces. Una vez allí, nos sentamos en unos banquitos  de madera. Mi padre inició:

  ¿Conque  Jaime  no quiere continuar el vuelo al Brasil?  

  Yo tampoco quiero irme de aquí,  afirmé yo, Susi.

 ¿Y eso…?  interrogó mi padre.

  Después te explico.

  ¿Por qué no me explicas ahora mismo?

 Es largo de contar

-    ¡Porque Susi  también está enamorada!  me delató Karin.

      Yo enrojecí de vergüenza.

 ¿Por qué tanto empeño en quedarse aquí en la selva?  preguntó papá,  ¿acaso han encontrado aquí diamantes, esmeraldas  o turquesas?

  Diamantes y esmeraldas no, pero  turquesas sí, afirmé yo pensando en los ojos verde-mar de la niña y del niño.

  ¡Tráiganmelas ahora mismo!  (quizás mi padre alcanzó a pensar en piedras de verdad),  ¡Tráiganme, por favor, esas turquesas!

Jaime  y yo salimos de la maloca y corrimos a la cabaña  del cacique. Regresamos con la niña y el niño y nos colocamos delante de papá y mamá. Yo, de gancho con Samir. Jaime de gancho con Zulay.

 ¡Aquí están  las turquesas!  les dije a mis padres.

Papá y mamá quedaron fascinados ante semejantes turquesas…Extasiados admiraban aquellos ojos divinos de color aguamarina.

 ¡Con razón!  pensó mi padre.

 ¡Con razón!  pensó mi madre, con razón se enamoraron mis hijos.









MATRIMONIO  DE  NIÑOS


Entonces  mi hermana Karin quiso volverlo todo comedia, se ubicó en frente de nosotros los enamorados,  y remedando a un pastor o a un sacerdote, nos dijo muy solemne:

 Yo los declaro marido y mujer, pueden besarse.

Samir y yo nos besamos, Jaime y Zulay se besaron, solo faltó una cámara. Mis padres se reían...Claro, pensaban que era un sainete de niños, no se imaginaban que la procesión iba por dentro, que nuestro amor juvenil era tan poderoso y que nos atraíamos mutuamente con la fuerza con que se atraen dos imanes. En ese preciso momento se acercan el cacique y su mujer, que habían presenciado la escena desde la puerta de la maloca, y habla el cacique:

-   Indios permitir casamiento desde 12 años, pero novios aguantar  separados hasta próximo apagón de  luna.

 ¿Oyeron lo que dijo el cacique? nos advirtió mi padre reprimiendo la risa.       Que ustedes ya están casados, pero que no pueden vivir juntos sino  cuando se produzca  un eclipse total de luna.

 ¿Y cuándo será ese eclipse?   pregunté con ansiedad. 

 Me parece que a fines del año entrante,  respondió papá, según el almanaque Brístol.

 ¡Muy lejos está todavía ese eclipse, lástima! lamentó mi hermano.

Nubia y Karin sacaron rápidamente dos disfraces de la bolsa, se desvistieron delante de todos  y se disfrazaron de bailarinas. Había que celebrar la boda con danza y fiesta. El cetro del cacique  resultó ser al mismo tiempo una flauta, su dueño inició una melodía indígena. La cacica empezó a cantar en su dialecto. Nubia y Karin bailaban.  Los demás nos sentamos en las butacas de palo, a mirar y a escuchar.

Llegan dos indiecitas de la cabaña del cacique, de unos 13 años de edad, descalzas, y vestidas únicamente con flecos de palma en la cintura, nada más, los pechitos al aire (las indias no tienen malicia). Trae cada una  un tiesto vidriado, y en el tiesto luce un provocativo panal de miel silvestre… Se nos volvió la boca agua y procedimos a desgajar trozos del panal a mano limpia y a masticar esa delicia de chicle selvático.

El cacique no pudo tocar más su instrumento  porque también se le volvió la boca agua, la cacica dejó de cantar, las niñas de bailar. Nos dedicamos a exprimir a muela tan exquisito manjar de cera y almíbar. Lo saboreábamos también con las manos. Nubia, lamiéndose los deditos, me preguntó en voz baja:

  ¿Esto será lo que llaman  luna de miel? 

  Claro,  mi amor, ¿no ves  que ya  está saliendo la luna?  






NOCHE  DE  INSOMNIO


Ya era tarde para pensar en reanudar el vuelo al  Brasil,  mis padres tuvieron que resignarse a pasar con nosotros la noche en la maloca. Nosotras, las tres niñas hermanas, corrimos a disfrutar de las hamacas o chinchorros. Nubia y Kárin se acostaron en una de ellas; yo las mecía con todas mis fuerzas… ellas reían y gozaban. 

Yo me acosté en otra hamaca y le pedí a Jaime que me impulsara; él me batía demasiado fuerte, me dio miedo y le dije: ¡No más, no más!  Y él se fue a  otra hamaca a mecerse. Mis padres, cada uno en un chinchorro, se mecían suavemente, dialogando en voz baja. Oímos que comentaban lo de nosotros, o sea nuestro enamoramiento prematuro, mi padre dijo:

  ¡Qué problema con nuestros hijos tan enamorados!

  Es por herencia tuya y mía,  le contestó mi madre.

  Más tuya que mía, contraatacó papá. Soltaron la risa.

  Pensar que ya están casados, comentó mami,  no lo puedo creer.

 ¡Cuentos!   exclamó papi, eso fue un sainete de niños, y el cacique también es bromista. Y eso del eclipse de luna… un mito,  la luna no se mete en nuestras  vidas.

Yo no podía conciliar el sueño, suspiraba y lloraba. Y como solía recitar versos para dormirme,  en esta ocasión se me vino el primer verso de un poema y lo dije en voz alta creyendo que nadie me escuchaba:

  ¡Todos llevamos en el alma un niño!

-   Claro, comentó Nubia desde su hamaca, el niño que tú llevas en el alma es  Samir.

Sentí una fruición muy dulce al escuchar el nombre de Samir  pronunciado por mi hermanita y le pedí que me lo repitiera. Nubia repitió:  Samir… Samir… Samir… Para mí era una música, era un nombre divino (se necesita estar enamorada).  En esas protestó   Jaime  desde su chinchorro diciéndonos:

  ¡Dejen dormir, yo no llevo en el alma un niño!

  Sino una niña, le gritó Karin.

  ¿Qué niña?   le preguntó Jaime, y lo que ansiaba era oír pronunciar el nombre de su novia.

  Karin repitió:  Zulay…  Zulay…  Zulay…

Así seguimos charlando y bromeando  fraternalmente hasta que fuimos quedándonos callados y quedándonos dormidos. A media noche sentí que alguien se acercaba a mi chinchorro en la oscuridad, me asusté al entrever   a mi lado la figura de  una persona y le pregunté:

-   ¿Eres tú,  Jaime? 

  No soy Jaime.  Soy Samir, tu esposo.

  ¿Qué haces tú aquí?  le reproché alarmada,  ¡Vuélvete para tu choza! ¿Cómo se te ocurre venir a mi hamaca, solo y de noche?

-   Tranquila, vengo a contarte  un secreto.

 ¿Qué secreto?

  Que mi papá no es mi papá.

  ¡Cómo así!

-    Ni mi mamá es mi mamá.  Después te explico. Se inclinó, me besó en la frente y se fue.

Quedé yo muda, pensativa y temblorosa. Me levanté y caminando a tientas me dirigí a la hamaca de mi hermano para contarle. Por el camino sentí que me llamaban: psss…creí que era otra vez Samir, pero era Zulay, que había venido a decirle a Jaime lo mismo, o sea  que ellos dos no eran de verdad  hijos del cacique ni de la cacica. Zulay también me besó en la frente,  se dirigió a la puerta de la maloca y salió. Mi hermano me dijo:

  ¿Por qué tenían que venir a contarnos esto a media noche y no de día?

   Será que ellos en el día  están muy vigilados, le contesté.

   ¿Que no son hijos del cacique ni de la cacica? replicó Jaime.
      Lo sospeché desde un principio. 

  Bueno, dije, yo me vuelvo a mi hamaca  no vay se despierten las niñas.
Amanecerá y veremos. Chao.

Volví a mi chinchorro,  me tendí de nuevo y procuraba dormir; pero imposible, eran demasiadas las impresiones del día. ¿Yo, Azucena, de 13 años y ya  casada…? ¿Y con  Samir de 12?  Esto parece un cuento de hadas.  ¿Qué tal que lo lleguen a saber  mis compañeras de colegio? Ellas tienen que esperar hasta los 18 para casarse. ¿Mi hermano Jaime, también de 13,  casado con Zulay de 12?  Y los dos noviazgos no habían durado sino un par de horas.

Y lo peor de todo: ¿No poder yo convivir desde ahora y bajo el mismo techo con mi legítimo esposo?  ¿Ni Jaime con Zulay?   ¡Y solo por un agüero ridículo, dizque la condición para vivir juntos es que se cumpla  un eclipse de luna! Tonterías, un eclipse es una sombra, y una sombra no es nada. ¡Qué condición más absurda, pero la acataremos!





¡QUÉ  CHISPAZO  MÁS  CHISPAZO!


En esas me asaltó una idea feliz, un chispazo genial, un plan delicioso, fantástico  y romántico. Pero eso sí,  muy arriesgado. Salté del chinchorro y corrí en puntillas a decírselo a mi hermano. Cuando llegué a su hamaca, Jaime   estaba sentado en ella, pensativo, con los pies colgando, y me dijo:

 Como tú y yo somos gemelos, se nos ocurren las mismas cosas en el mismo instante. Apuesto a que tú estabas pensando lo mismo que yo estoy pensando ahora. Se puso de pie y me secreteó  al oído:

  ¡Fuguémonos! ¡Fuguémonos con Samir  y con Zulay!


Fue tanta nuestra emoción por haber coincidido en pensamientos, que nos abrazamos y besamos apretadamente. Tomados de la mano salimos en puntillas y nos dirigimos a la choza del cacique para sonsacar a Samir y a Zulay, que estarían despiertos todavía, y escaparnos con ellos. ¿Escaparnos para dónde? Ya lo veríamos. 

Mientras caminábamos noté que nuestras sombras en el suelo no eran  nítidas sino borrosas. Miré a  la luna,  y  ¿qué veo?

 ¡Eclipse, eclipse!  grité emocionadísima y  le mostré a mi hermano.

Efectivamente, se iniciaba un eclipse de luna. Ya una sombra negra y curva ingresaba  en el blanco disco de la luna llena. Volvimos a abrazarnos y besarnos apretadamente y  se me saltaron las lágrimas.

  ¡Se cumplió la condición!  exclamé  gloriosamente.

   Ya no dependemos de nuestros papás, afirmó Jaime.
Ni nuestros cónyuges dependen ya  de los caciques.

  ¡Somos libres!  añadí yo  y saqué la siguiente conclusión:

  Ya no hace falta que huyamos a escondidas porque estamos en 
     nuestro derecho. La condición era el eclipse de luna, y se cumplió.

  Sin embargo, replicó Jaime, emprenderemos la fuga.

  ¿Pero fuga  ya para qué, no ves que ya no hace falta?

  Será una fuga legal, y ya no se llamará fuga.

 ¿Cómo se llamará entonces? le pregunté.

-   Se llamará…se llamaráLuna de miel.

En seguida Jaime, de pura dicha, comenzó a bailar un bambuco, entonando nuestra romántica  guabina:

Ven, ven, niña de mi amor,
ven a mi ranchito
que te espera con ardor,
que te espera con ardor.

Luego nosotros  dos tomados de la mano revolábamos cantando:

Nuestro viaje emprenderemos
de la aurora al despertar,
y ante la Virgen bendita
nos iremos a postrar.
Y a pedirle con fe viva
que bendiga nuestro hogar.

Se acercaba el amanecer. En esto salen  de la cabaña del cacique Zulay y Samir, que también habían visto el eclipse. Yo me abalancé hacia mi Principito, nos abrazamos y besamos apretadamente, con dicha  y lágrimas. Jaime abrazó y besó a su Princesita, y también con dicha y lágrimas. Y nos dirigimos de gancho las dos parejas hacia la maloca para recibir la bendición de nuestros padres. Ellos confirmarían nuestro enlace con su aprobación. Íbamos haciendo  caballitos…En fin éramos niños y fiesteros.        Yo repetí:

  Todos llevamos en el alma un niño.

 Yo llevo  una niña, declaró Jaime, y la llevo aquí en mi mano. Y apretaba y besaba la mano de Zulay. Yo apretaba y besaba la mano de  Samir.

Llegamos a la maloca. Papá y mamá, Nubia y Karin nos salieron a recibir disfrazados. Soltamos la risa y nos apresuramos a reburujar en la bolsa de los disfraces para escoger unas prendas. Las escogimos y nos disfrazamos, y disfrazamos también a Samir y a Zulay. Ahora esto parecía un carnaval. Confiábamos en que a los pocos minutos se presentarían los caciques; él con la flauta y ella con su canto, para empezar nuestro baile de bodas. Pero…







NUESTRO  GOZO  EN  UN  POZO


Llegan cacique y cacica muy serios  y nos saludan de venia, respondemos de venia. Habla el cacique:

 No cumplirse condición para matrimonio. Luna llena no se ocultó por entero, faltó un borde para entrar en  sombra toda.

O sea, que había sido un  eclipse parcial y no total. Mi padre, imitando el dialecto del cacique, también sentenció en contra de nuestro matrimonio diciendo:

  Hijos nuestros no  tener todavía edad para pedir mano y casarse.

  Ni tener bendición  de sus papás, añadió mi madre.

Se me vinieron las lágrimas. A continuación los caciques les hicieron  una seña a sus hijos y se los llevaron para su real choza. Jaime y yo nos abrazamos a llorar. Mi padre añadió:

 En todo buen matrimonio el esposo debe ser de mayor edad que la esposa,  pero aquí Azucena es mayor que Samir;   no conviene.

 Papá, le objeté, tú eres menor que mamá. Mi madre sonrió y aprobó con una venia.

 Además, insistió mi padre, ustedes querían huir clandestinamente, y esa no es garantía de felicidad. Mi hermano Jaime les recordó:

  Papacitos, ustedes se casaron a escondidas  y han sido muy felices.

-   Para un matrimonio serio y responsable, contraatacó papi, debe preceder también un noviazgo serio y responsable, o sea que siquiera dure unos  6 meses.

  Papacitos, les dije, el noviazgo de ustedes duró solo una semana.

  Bueno, sentenció mi madre, somos cristianos, para la validez del matrimonio se necesita un pastor o un cura.

-    Mija, le objetó mi padre, en esto sí permíteme que te contradiga. Los que se casan son los novios con su consentimiento mutuo; el cura es solo un testigo. Y donde no hay cura ni obispo ni pastor como en esta selva amazónica, el testigo es el pueblo  y el sacerdote Dios.

  ¡Entonces sí estamos casados!  grité yo entusiasmada, porque aquí en la selva no hay cura ni obispo.

   Aguántate, mija, cuando cumplas siquiera los 14;  te falta solo un año.





¡QUÉ  LLUVIA  TAN  CHÉVERE!

En esas  entró a la maloca la mamá de las desnuditas con sus dos niñas morenas y gemelas pero ahora vestidas con las prendas que Nubia y Karen les habían regalado. Entró con ellas el indio a quien  mi padre había llevado al puesto de salud, venía restablecido y alegre. Nos traían un sancocho en cazuelas  para tomarlo con cuchara de palo.

Jaime y yo, a pesar de nuestra gran contrariedad y aflicción por el aplazamiento de nuestro matrimonio, procuramos no ser aguafiestas, no entristecer el almuerzo con nuestro mutismo y lágrimas. Supimos charlar y reír y participar del piquete amazónico. Teníamos demasiada hambre, pues ni habíamos cenado anoche  ni hoy desayunado. Por eso el sancocho nos supo a gloria.

Al terminar el piquete Jaime y yo lavamos los tiestos en la quebrada vecina y les dimos las gracias a la mujer y al indio. Besamos a las niñas gemelas, y Nubia y Karin, además de haberles regalado interiores, les regalaron también exteriores, o sea unos disfraces. Las nenas lloraban de la dicha.

   Ahora desvístanse, nos ordenó mi padre.

-  ¿Qué nos desvistamos…? ¿Aquí delante de las indias…?

 Quiero decir que se quiten ya esos disfraces y se vistan como Dios manda,  y seguimos el vuelo al Brasil.

 ¿Y por qué no nos vamos disfrazadas?  sugerí yo; en el Brasil ahora están en carnavales, y  todo el mundo anda  disfrazado.

   Bueno, está bien, aprobó mi padre.


Cuando nos  dirigíamos al potrero de aterrizaje para abordar la avioneta,   empezaron a caer goterones, inmediatamente regresamos a la maloca. Tronó un rayo terrible y se desgajó un aguacero acompañado de un recio vendaval. Pero como el sol se estaba ocultando por el occidente, nos llegaban sus últimos rayos oblícuos y dorados. 

En esas,  en pleno chubasco,  llegan los principitos pero casi desnudos, o sea con la vestimenta de indígenas, que consistía en flecos de palma en la cintura, nada más, y descalzos. Chorreaban agua, pero felices. Y, lo más particular, ya no eran morenos sino blancos, el aguacero les había lavado la tintura  gris con que los indios los protegían contra el sol y los zancudos. Jaime y yo nos secreteamos, yo le dije en voz baja:

   Ahora sí que menos parecen hijos de indios,  mira el color de la piel y mira      esas facciones de europeos. Jaime añadió con picardía:

   Y ahora ya no hace falta buscar y ver un lunar en el brazo izquierdo para saber cuál es la niña. (Claro, ahora ya lucían al aire los pechitos de Zulay).

De pronto a Jaime y a mí  nos dio la ventolera de disfrazarnos con  flecos de palma en la cintura, y como en la maloca se veían colgados por ahí unos   cinturones de flecos, cambiamos nuestros disfraces de ciudad por vestimenta indígena, Nubia y Karin también, y salimos al potrero, a  recibir  la celestial ducha  que nos caía desde  las nubes. Tomados de la mano por parejas y haciendo  caballitos correteábamos por la pradera enlagunada,  felices y dichosos, cantando aquellos versos:

Lloviendo y haciendo sol
son las gracias del Señor.

En esto brilló y tronó un nuevo rayo fuertísimo que destrozó un cedro y nos tumbó al pasto, quedamos aturdidos,  llorando de  angustia. Nos fuimos levantando poco a poco, y tiritando de frío y de miedo nos dirigimos a la maloca. Al entrar nos acogieron nuestros padres ofreciéndonos toallas secas (que venían con los disfraces) pero ¿qué sucedió?  Que  al recibir las toallas sentíamos un corrientazo, porque la centella nos había electrizado, aunque no electrocutado.

Pasó la tempestad, pero ni pensar en alzar otra vez el vuelo en avioneta; el potrero estaba inundado, el cielo encapotado y nosotros demasiado  enamorados. Jaime sacó a bailar a su princesa, yo a Samir, y previendo que tendríamos  que  dejarlos en la selva, iniciamos aquel bolero tan sentimental y triste:

Nosotros, que fuimos tan sinceros
que desde que nos vimos
amándonos estamos.

Nosotros,  que del amor hicimos
un sol maravilloso,
romance tan divino.

Nosotros, que nos queremos tanto,
debemos  separarnos,
no me preguntes más.

Te juro que te adoro,
y en nombre de ese amor
y por tu bien te digo  adiós.






¡ V O L É M O N O S !


Como Jaime y yo éramos gemelos, nos asaltó de pronto la misma corazonada, una locura juvenil: “Volarnos”Y salimos corriendo hacia la avioneta, yo llevando de la mano a Samir, Jaime a Zulay… Corríamos  pantaneando por el potrero enlagunado. Mi padre sospechó al momento que nos íbamos a fugar y quiso alcanzarnos y detenernos pero se demoró poniéndose  las botas pantaneras que le quedaban demasiado ajustadas. Mientras tanto nosotros abordamos la avioneta, las llaves del encendido estaban colgando en su lugar; me senté en el puesto del piloto.

Como papá nos había enseñado a manejar la avioneta, prendí el motor, giró la hélice, la avioneta avanzó pesadamente, y seguimos navegando,  la inundación casi cubría las llantas. Imposible despegar, no podríamos tomar el suficiente impulso. Segundo intento de fuga fracasado.

En esas vemos que  Nubia y Karin vienen corriendo descalzas con intención de oponerse a nuestro decolaje y se atraviesan en el pastizal delante de nosotros. Naturalmente apagué, pero la avioneta siguió con el impulso… casi golpeamos a las nenas. Ellas subieron rápido y se sentaron felices y dichosas. Yo volví a prender, giró la hélice, y me dediqué a pasearlas por la laguna improvisada. Las niñas rompieron a cantar, y no un bolero melancólico  sino una alegre barcarola, porque les parecía estar navegando  en bote por el mar… La ilusión es el alma de la vida.

Por fin se detuvo la avioneta, nos bajamos y corrimos a la maloca. Abrazamos y besamos a papá y a mamá que sonreían  llorosos porque sospechaban que nuestro intento de fuga había sido intencional y fríamente calculado. (Intencionalmente sí;  y fríamente  también,  porque había sido  en plena lluvia fría).

   Pásenla por inocentes, les dijimos.

  Que no se repita esta chanza, dijo muy serio mi padre.






HALLAZGO  IMPREVISTO

Había pasado la lluvia, las dos parejas de adolescentes descalzos, de mano cogida  y vestidos de flecos,  resolvimos ir a pasear a pie por un senderito del bosque. Sería   un romántico paseo de novios. Espontáneamente mi hermano y yo entonamos  aquella  balada tan sentida:

¡Qué bonito es amar,
qué bonito es querer;
y un amor encontrar
que sepa comprender!

Nada importa sufrir,
nada importa llorar;
todo tiene su fin,
solo eterno es amar.


Se acabó el sendero, seguimos caminando sueltos. Samir y Zulay  nos conducían por entre la maraña, no sabíamos hacia dónde nos llevaban ni con qué intenciones. Penetrábamos  malezas,  se nos atravesaban bejucos colgantes, cruzábamos arroyos cristalinos que rodaban entre musgo. Por fin llegamos a un lugar medroso donde había ocurrido un accidente y ¿qué vemos?  La oxidada chatarra de una avioneta; latas retorcidas, asientos calcinados.

Samir nos invitó a encaramarnos encima de un ala de aluminio cubierta de hojarasca, subimos y nos  sentamos. Zulay nos dirigió primero una mirada azul celeste pero humedecida por el llanto, luego empezó:

   Aquí fallecieron papá y mamá. Nuestra madre era judía, nuestro padre alemán. Como Hítler los perseguía, se refugiaron con nosotros dos,  mellizos, en este rincón del mundo de la selva amazónica.  Samir completó:

  Mi padre alemán les enseñó a los indios  a refinar la corteza de un árbol para elaborar quinina, y el gobierno de Colombia clandestinamente le pagaba este servicio a mi papá. Temiendo que los espías de Hítler nos descubrieran y nos mataran, nuestros padres nos confiaron a la custodia de estos buenos caciques, que son ahora nuestros padres adoptivos. Zulay volvió a tomar la palabra y dijo:

 Al fin los espías nazis se informaron de la existencia y negocios de nuestros padres, y un día en que mi papá regresaba del Brasil piloteando esta avioneta  en compañía de mamá,  le dispararon  y la derribaron. Además de morir en el accidente, se quemaron por el incendio de la avioneta.  Samir completó la narración:

    El cacique dice que los indios recogieron los cadáveres y los sepultaron en un lugar secreto y remoto de la selva que ni ellos mismos ahora reconocen.  Quedaron  perdidos para siempre.

   ¿Por qué ustedes tienen esos nombres tan bonitos de Zulay y Samir? 

 Nuestros padres nos buscaron esos nombres que no parecieran judíos ni alemanes. Decían que eran nombres persas, sacados de  “Las mil y una noches”.

   ¿Qué idiomas saben ustedes?

   Hebreo, alemán, español y portugués. Y algo de indígena.

-   ¿Este sitio donde estamos pertenece a Colombia, al Perú o al Ecuador?

  Probablemente al Brasil, la selva es enteriza, sin fronteras. Mi papá decía que  las fronteras las inventaban los hombres.  Vámonos  ya, ¿les parece?






TERCER  INTENTO  DE  FUGA


Bajamos del ala del avión donde nos habíamos sentado y nos disponíamos a regresar por entre la maleza, porque no había camino. Yo le tenía fastidio a ese regreso por entre el bosque; otra vez espinas, otra vez rasguños, otra vez maraña, bejucos, raíces y quizás serpientes venenosas.

   ¿Tenemos que volver por donde vinimos?  les pregunté.

 Hay otra vía, contesto Zulay, pero acuática. Tendríamos  que salir a pie a un brazuelo del Amazonas y por ahí navegar hasta una ciénaga y entrar de nuevo a nuestro caserío.

  ¿Navegar en qué?

   A caballo en un tronco de palma.   

Jaime y yo preferíamos no regresar por donde habíamos venido sino ensayar la otra vía, la del brazuelo del Amazonas. Y empezamos a abrirnos paso por entre malezas. Entonces recordé aquellos versos:

Caminante, no hay camino,
se abre camino al andar.

      Tengo sed, dijo mi hermano.

    Aguántate, le dije, aquí no hay agua.

-      Sí hay agua, replicó Samir, pero agua vegetal, de un bejuco.

Dicho esto Samir y Zulay empezaron a echar ojo a lado y lado a ver si daban con el tal bejuco, de pronto exclamó  Samir: ¡Véanlo!

Era una liana colgante. Samir se acercó a ella y empezó a morderla a puro diente. De pronto salió un chisguete de agua limpia. Samir bebía con gusto de esa agua. Pasamos luego los demás, por turno, a beber. El sabor era como de agua de manantial. Samir pasó a tomar agua por segunda vez. Pasé yo nuevamente al chorrito, no tanto porque tuviera sed, sino porque tenía una ilusión secreta: suponía yo que si bebía del sobrado de Samir se me volverían los ojos azules... (Ja ja, se necesita estar enamorada).

   -  Los indios nos enseñaron, declaró Samir, nos enseñaron a conocer este bejuco y a distinguirlo de otro llamado  "yagé",  que produce un jugo estupefaciente.

A continuación reemprendimos la marcha por el bosque abriéndonos camino. Pero se presentó otro problema: me sangraba un pie. Me senté en el suelo a mirarme la herida.  Zulay la examinó de cerca y  dijo:

   Ya te traigo el remedio.

Vimos que la niña buscaba algo entre los matorrales, ¿qué buscaría?  Por fin encontró una telaraña color gris-plateado, la desprendió del chamizo  y la trajo. Se acurrucó y me la aplicó en la herida; la sangre se estancó.

  Aguardemos que cuaje, añadió Zulay.

Pasados unos minutos vimos que la telaraña se había convertido en una costra protectora sobre la herida, ya podíamos reanudar la marcha, y la reanudamos. Caminábamos en silencio. De pronto brilló la superficie del  río, habíamos llegado al Amazonas, aunque no al cauce principal sino a uno de los brazos, un brazuelo de unos 20 metros de anchura. No fue difícil encontrar un tronco de palma en el que íbamos a cabalgar, pues los indios suelen dejar esos troncos a la orilla para utilizarlos como flotadores.

Empujando entre todos hicimos rodar un tronco hasta echarlo al agua y nos montamos a caballo en él, provistos de palos como remos. Íbamos remando y charlando. Entre otras cosas nos contó  Samir:  

-     A papá le oímos decir una vez que  existe un brazo del Amazonas llamado Casiquiare, que comunica el Amazonas con el Orinoco, y que por ahí se puede pasar  a Venezuela y salir por último al  Océano Atlántico.

   ¡Genial,  exclamé yo entusiasmada con semejante revelación, escapémonos por ese brazo y no paremos hasta desembocar en el Océano. Samir soltó la risa y dijo:

  También decía mi papá que de aquí al Atlántico por  ese camino hay más de cuatromil kilómetros. Dejémonos de pensar en huir tan lejos.  Además,  por allá nos puede perseguir Hítler y matarnos.

  Mi amor, le aseguré, Hítler murió hace años, la guerra ya pasó, ya no hay que temer más   persecuciones.     

Después de remar durante más de una hora el brazuelo del río se acabó, terminó en unos juncales, y el agua no corría en ninguna dirección. ¿Qué había sucedido?  Que ese brazuelo ya no se comunicaba con el río por ninguno de sus extremos, el río había cambiado de cauce, lo cual es muy frecuente en los ríos de llanura;  dejan abandonadas en la selva largas  curvas de agua  que pueden medir kilómetros. ¡Qué chasco! Fracasó por tercera vez nuestro intento de fuga.





¿ Y  AHORA  QUÉ ?


Con gran pesar y vergüenza tuvimos que renunciar al proyecto de fugarnos, las dos parejas de adolescentes. ¡Y pensar que aspirábamos a recorrer 4.000 kilómetros de Orinoco a caballo en un tronco de palma y llegar hasta el Atlántico, y quizás hasta Europa,  según me imaginaba! Dejamos en la orilla  el tronco flotante que nos sirvió de trasporte fluvial y nos iba a servir de  trasatlántico.

Y tuvimos que regresar a pie por otro camino mucho más largo, y ahora la víctima fue mi hermano Jaime, a quien picó una abeja  en un hombro desnudo.

  No hay mal que por bien no venga, comentó Jaime. Yo venía sufriendo de una neuralgia en ese hombro, y ya esa neuralgia desapareció, o sea que la picadura de abeja me sirvió de acupuntura.

A la maloca regresamos rendidos, hambrientos, sedientos y avergonzados. Nuestros  padres nos acogieron con cariño y comprensión; sin embargo…

  ¿Se puede saber en dónde andaban?  Preguntó muy serio mi padre.

   Después te explico, respondió mi hermano.

 ¿Y qué andaban haciendo?  preguntó mi  madre.

   Después te explico, respondí yo, toda llorosa y apenada, y en seguida me arrojé a sus brazos suplicándole:

  ¡Mamá perdóname, y perdona también a Jaime, fuimos locos!

 Tranquila hija, respondió mi madre, tranquila que  yo también fui niña loca y  enamorada.

-    Podeis  ir en paz, dijo mi padre, pero si se vuelven a escapar, procuren no  salirse del Trapecio Amazónico de Colombia. Soltamos la risa.

Como no teníamos mudas para cambiarnos, volvimos a disfrazarnos. En esas oímos y vemos cruzar por el cielo un helicóptero de los guardabosques.  Tenía pintada, ya muy borrosa y desteñida, la  cruz gamada, insignia de  Hítler. No le habían borrado esa ignominia.

Eso que ven  Samir y Zulay, y se vuelan para su rancho a esconderse, porque recordaron que así era la cruz que mostraban los autogiros  nazis, autogiros que sobrevolaban las selvas buscando judíos, y buscando también   alemanes disidentes que no querían ir a la guerra.






UN  SECUESTRO  DE  AMOR


Jaime y yo corrimos a la choza del cacique a buscar a Samir y a Zulay. Se habían escondido en el zarzo  y habían retirado  la escalerilla para evitar  sospechas.

   ¡Bájense y nos vamos!  les grité.

   ¿Nos vamos para dónde?  preguntó Zulay

    Para el Brasil con papá y mamá y  nosotras,  le respondí.

Jaime y yo sabíamos que ya ese miedo a Hitler no tenía razón, que ya no era probable una nueva persecución por parte de los nazis. Que no peligraban los niños si se quedaban con el cacique en la selva. Pero  quisimos aprovechar ese miedo para convencerlos de que aceptaran  venirse con  nosotros. (Mis padres también podrían adoptarlos como hijos, pensaba yo para mis adentros). Se bajaron del zarzo, nos abrazamos y nos besamos; temblaban de miedo, y  fuimos a dialogar con el cacique, le hablé así:

 Señor cacique, niños tener  miedo a nazis; nosotros llevarlos a   Brasil. El cacique respondió:

   Llevarlos  pero traerlos.

   Despídanse,  les dije a los niños.

Samir y Zulay les hicieron una  venia a sus padres adoptivos y se vinieron con nosotros hacia la maloca. En la maloca mis padres y mis hermanas ya estaban listos para el viaje. En el potrero había menguado la inundación.

   Adelántense a la avioneta, nos dijo mi padre, mientras Alicia y yo vamos a  despedirnos del cacique y a darle las gracias por el hospedaje en la maloca.

Papá y mamá se dirigieron a la choza de los caciques,  nosotros al   potrero de aterrizaje. Abordamos la avioneta y nos acomodamos en los asientos. Samir y Zulay observaban todo con esos ojos turquesas. Como papá y mamá se demoraban, se me ocurrió poner a calentar el motor, me senté en el puesto del piloto,  le di vuelta a la llave del encendido, y  ¿qué sucedió?

Que no solo prendió el motor sino que arrancó la avioneta, yo inmediatamente quise apagar pero se trabó la llave, y la avioneta aceleraba por el potrero…¡Al  final nos esperaban unos árboles, no había más remedio que despegar y alzar el vuelo… y lo alzamos!   Mis hermanitas se santiguaron, Samir y Zulay observaban por las ventanillas. Jaime se levantó del puesto y se me vino de copiloto; me aconsejó al momento:

 El todo es no perder de vista el Amazonas ni el potrero, porque nos despistaríamos.

   Échale ojo al caserío, le pedí yo, para que no se nos confunda con otro. ¿Cómo vamos de gasolina?

   Regular, contestó Jaime.






ATERRIZAJE  DE  EMERGENCIA

Desde el aire avistamos un gran barco de guerra que remontaba  el Amazonas. Era un portaaviones japonés, pero sin aviones, la cubierta vacía.

   Intentemos  aterrizar en ese barco, me sugirió Jaime.

   Lo  intentaré, le respondí y accioné el timón de profundidad…

La avioneta bajó bruscamente, Samir y Zulay gritaron del susto. Nubia y Karen lloraban.  Jaime se salió del asiento porque no se había abrochado bien el cinturón. Yo maniobré lo mejor que pude y aterricé en el borde  del portaaviones… recorría la pista...recorría la pista…se acortaba la pista…no pude apagar y se acabó la pista,  la avioneta salió por la otra punta del barco y ascendió a los cielos. Respiramos. El problema consistía en que se había trabado  el acelerador.

    Déjame pilotear, me pidió  Jaime. Nos cambiamos.

Jaime intentó repetir la maniobra de aterrizar en la cubierta del barco, pero  recibimos una ráfaga de ametralladora que perforó nuestras alas; pensarían que llevábamos droga. No había manera de sacar bandera blanca.  ¿Cómo darles a entender que éramos gente de paz?  Se me ocurrió soltar una descarga de la fumigación de fertilizantes; disparé una blanca neblina que cubrió el barco. Claro, esa era la mejor señal de que éramos gente de paz. Dejaron de bombardearnos.

De pronto la avioneta empezó a descender…a descender… comprendimos que debido a las perforaciones. Acuatizar en el río sería suicidarnos, arborizar en la selva lo mismo, el potrero estaba lejos.

      -   ¡Caigámosle otra vez al barco! le aconsejé a Jaime, y aterrizamos de nuevo en la cubierta y ahora sí pudimos apagar y detenernos. ¡Qué dicha, respiramos tranquilos!

Inmediatamente se nos acercaron  unos  marineros de uniforme blanco y cuello azul y nos indicaron que bajáramos de la avioneta. Una vez que estuvimos en tierra, digo en cubierta, dos de ellos entraron a la cabina para requisar. Un marinero  nos preguntó algo en un idioma que sería ruso, japonés o  irlandés. Quedamos perplejos, sin entender nada. Llamaron a otro marinero que nos habló en otro idioma, tampoco entendimos. Llamaron a otro…llamaron a otro… Por fin el último nos reclamó diciéndonos:

   ¡Os papéis!   y  nos tendía la mano derecha como exigiendo algo.

Interpretamos que quería decir Los papeles. Jaime subió a la avioneta y sacó los  documentos de propiedad y la licencia de navegación aérea. El marinero los recibió y se retiró con ellos probablemente para enseñárselos al Capitán del barco. Los demás marineros nos miraban con simpatía;  éramos niñas y niños, y todos disfrazados; les caímos en gracia. Nos invitaron a entrar al portaviones y nos acompañaron hasta dejarnos en la oficina del Capitán, quien  sabía español. El Capitán nos saludó con una venia y nos invitó a sentarnos. Nos sentamos en semicírculo delante de su escritorio. Empezó diciéndonos:

  Cuéntenme,  por favor, su aventura. 

     Jaime comenzó:

  Mi papá es fumigador de arrozales. Íbamos en vuelo hacia el Brasil, pero  se nos presentó una emergencia en el vuelo y tuvimos que aterrizar en un potrero de la selva.

 ¿Cuál fue la emergencia en el vuelo? preguntó el Capitán.

Jaime y yo nos miramos perplejos, nos daba vergüenza pronunciar cierta palabrita delante del Capitán, a mí se me subieron los colores a la cara.  Por fin me atreví a confesar:

   Porque a mi hermana menor le dieron ganas de hacer chichí.

 ¿Qué es chichí?   preguntó muy serio el capitán.

   Chichí es…titubeé yo.

   Chíchí es…titubeó Jaime.

    Es ir al baño, afirmó resueltamente Karin, y nos libró de angustias.

    Está bien,  respondió  el Capitán,  ¿y  después de aterrizar qué pasó?





EMBRIAGANTE  COCTEL


En esas llegó un maromero, digo un marinero, con una bandeja y vasos de limonada. El capitán nos invitó a  tomar el refresco. Alzamos los vasos y empezamos a beber…No era  simple limonada sino  un coctel con vodka llamado caipiriña en Brasil. No podíamos hacer un desaire y lo bebimos todo. A los pocos segundos Nubia y Karin empezaron a cabecear…

El Capitán le hizo una seña a un marinero y este  salió de la oficina y  volvió enseguida  acompañado de dos  enfermeras de blusa blanca y cofia  en la cabeza. Las enfermeras alzaron en brazos a las niñas y se las llevaron, probablemente a un camarote. Yo continué la narración y dije:

 Después de aterrizar en un potrero de la selva fuimos a la maloca  de unos indios. Allá comimos, allá dormimos, y hoy continuamos el vuelo al Brasil, pero se trabó el acelerador de la hélice, quedó hundido y no podíamos  aterrizar.

-   ¿Por qué intentaron aterrizar en nuestro  barco?

   Para ver si podíamos apagar el motor.

-   ¿Por qué no siguieron volando?

-     Porque ustedes nos dispararon y nos perforaron las alas.

 ¡Qué pesar, creíamos que eran del narcotráfico, disculpen! Les repararemos el daño, nuestros mecánicos arreglarán los desperfectos. Tranquilos, pero no sabemos cuánto tiempo se invertirá en las reparaciones.

   Muchas gracias, Señor Capitán, le dijimos. El Capitán todavía nos preguntó:

  ¿Por qué están disfrazados?

   Porque estamos en Navidad.

   Este barco es solo para víctimas de guerra.

  Señor Capitán, le dijo Samir, mi hermana y yo somos huérfanos. Hítler mandó matar a mi madre porque era judía, y a mi padre  alemán porque desertó de la guerra.

 Entonces el barco es de ustedes, bienvenidos. Pueden pasar al vestíbulo, el edecán los guiará. Nos despedimos del Capitán con una venia y nos retiramos.

  ¿Qué será  vestíbulo? me preguntó Jaime por el camino. Le respondí:

    Debe ser un vestier  para vestirse y desvestirse.

Nos condujeron a un salón donde resonaba música movida y donde una pandillita de niñas y de niños, también disfrazados, bailaban de lo lindo. De pronto una pelada prendió a Samir  por la cintura y quería obligarlo a bailar.

   ¡A Samir no me lo quita nadie! dije para mis adentros, toda celosa. Me acerqué a Samir y le dije al oído: ¡Usa tus poderes!

Los poderes de Samir consistían en que tenía una fuerza especial en esos ojos verdes y con mirar fijamente a una persona  la dormía. Samir  aceptó bailar  pero miraba fijamente a la pelada. Ella  inclinó de pronto la cabeza, Samir la condujo a una poltrona y la sentó,  y allí quedó ella hipnotizada. Yo me alegré. Samir se me vino y me invitó a bailar.

Bueno, ¿por qué unas veces hablo de ojos azules y otras de ojos verdes?  Porque tal es la propiedad del  color  aguamarina, que unas veces parece azul y otras verde; como el mar, que cambia de colores. Nos mezclamos con los demás niños y niñas que bailaban locamente. Muchos querían bailar con Zulay,  pero Jaime no la soltaba, ni ella se apartaba de su lado.
                                                                
En esas nos acordamos de nuestros padres, que  estarían esperándonos en  el potrero de aterrizaje; quizás mamá lloraba pensando que nos habíamos accidentado. Como Jaime y yo éramos mellizos, casi siempre se nos ocurrían las mismas cosas en el mismo instante. Corrimos a la oficina del Capitán. Jaime de la mano de Zulay, yo de la mano de Samir.




ALÓ  PAPÁ  NOEL


-     Señor Capitán, le dije, ¿no habrá manera de comunicarnos con nuestros padres? Ellos están con un cacique en la selva, y allá no hay teléfono. 

      El Capitán sugirió:

   Una manera sería por medio de algún amigo  de ustedes que tenga avioneta y vaya por ellos. ¿Quién es el mejor amigo de ustedes?

      Papá Noel, respondí.  El Capitán soltó la risa y  dijo:

   Ese amigo no nos sirve. Papá Noel es un personaje legendario, inexistente, de cuentos infantiles.  Necesitamos un amigo de carne y hueso.--   Papá Noel es de carne y hueso, le respondí, lo podemos localizar, sabemos de memoria su teléfono: 342 25 14

Los marineros que acompañaban al Capitán hacían esfuerzos para no reírse. El Capitán acercó el teléfono y marcó: 342 25 14. Pasados unos segundos llegó la respuesta, no solo al teléfono del Capitán sino también a los bafles públicos que colgaban  en la pared, y  se oyó  en voz alta:

   Aló, a la orden,  le habla Papá Noel, ¿con quién tengo el honor?

 Con el Capitán de un barco portaaviones que remonta el Amazonas. ¿Usted conoce por casualidad a los niños Jaime y Azucena?

  Sí señor Capitán, conozco a esos niños, y no por casualidad sino porque son mis sobrinos.¿Dónde se encuentran esos niños?

   Aquí en mi barco en el Amazonas.  Por favor véngase en su avioneta, le doy las coordenadas de nuestra posición geográfica para que nos localice.  Apunte por favor en su libreta: latitud sur 5 grados,  porque estamos casi sobre la línea equinoccial o sea muy cerca del  ecuador  terrestre.

-      Longitud occidental 65 grados, continuó el Capitán; 13 minutos, 48 segundos.

      A lo cual contestó Papá Noel:

   No tengo avioneta sino helicóptero. Salgo ya para ese sitio, pero antes quiero hablar con los niños, pásemelos por favor al teléfono.   

Jaime y yo corrimos a un micrófono y hablábamos atropelladamente:

 ¡Tío Noel, buenos días, aquí la estamos pasando cheverísimo, el Capitán es un amor!
    
       El tío Noel respondió:

    Pásenme a Wilson, si está por ahí cerca.

-     Mi papá está lejos, le contesté, donde unos indios en la selva, es largo de contar. Véngase y aquí en el barco le contamos todo. Y tráiganos hartos bombones y caramelos porque aquí hay muchas niñas y muchos niños que quedaron sin padres en la guerra.

   ¿Por qué ustedes viajan en un barco de guerra?

    Era de guerra pero ya no es, ahora está convertido en colegio flotante y fluvial, para educar a niños huérfanos.

  Ya salgo para allá, pero antes debo  tanquear y llenar la bolsa de  caramelos. Tendré que hacer escalas por el camino, así que tardaré horas. Mucho juicio, adiós.

     Volvimos a donde el Capitán del barco.

      Gracias Señor Capitán, le dijimos. ¿Y esta noche dónde dormiremos?

  Si desean, en el dormitorio corrido de niños y niñas, pero tenemos un problema con el aire acondicionado. Así que mejor duerman a la intemperie, en la cubierta del barco, abanicados por la brisa del río.

-   ¡Preferimos en la cubierta!  exclamamos,  nunca hemos dormido en una cubierta descubierta. Primera vez que montábamos en barco.

   Nos despedimos del Capitán y regresamos al salón felices y dichosos. Yo de gancho con Samir, Jaime de gancho con Zulay, y en trayecto nos dábamos besitos; era nuestro paseo de luna de miel.


¡VIVA  LA  FIESTA!


 En el salón ya había pasado el baile infantil y estaban presentando fonomímica  y dramatizaciones en el escenario. Un grupo de sardinas carialegres en trajes de seda de preciosos colores y batiendo abanicos andaluces de conchanácar,  interpretaba el pasodoble:

Ni se compra ni se vende
el cariño verdadero;
no hay en el mundo dinero
para comprar los quereres…


Terminado el pasodoble resonaron los aplausos. En seguida salieron del camerino unas porristas muy bellas y ágiles agitando pompones, corriendo, brincando, dando saltos mortales, luciendo lindos brazos y lindas piernas, y empezaron a realizar su rutina, o sea una bellísima  diversidad de movimientos rítmicos y artísticos. Formaron dos grupos  separados para lanzar a dos niñas a lo alto, o sea catapultarlas. Y esas dos niñas eran Nubia y Karin. A la una, a las dos, y alas tres, las dos niñas volaron hacia el techo, abrieron y cerraron piernitas y cayeron en  brazos de las otras. Aplaudimos y gritamos.  

Toda la mañana se nos fue en representaciones teatrales. De pronto sonó un carillón invitando al almuerzo, acudimos en alegre camaradería. Éramos 25 niñas y 25 niños. Estando en el almuerzo toqué yo mi vaso golpeándolo con una cucharita, se callaron todos, me puse de pie y les dije:

  Amigas y amigos, tengo el gusto de informales que hoy nos visitará Papá Noel en persona, y lloverán dulces del cielo. Tan pronto escuchen el motor de un autogiro, favor subir todos a  cubierta. Aplaudieron y gritaron.

  ¡Oigan, oigan  gritó alguno,  ya suena el autogiro!

Sin terminar el almuerzo salimos en desbandada y subimos a cubierta. Venía el helicóptero, todos gritábamos y aplaudíamos, las niñas brincaban y brincaban. El aparato se estacionó a unos  15  metros de altura. Suspenso, expectativa…

De pronto vemos que del autogiro va descendiendo, colgada de un cable,  una gran bolsa transparente, llena  de bombones, caramelos y chocolatinas. Arreció la gritería. Entendimos que  era una piñata. Un marinero nos facilitó un bate de béisbol. Jaime lo agarró a dos manos y sin  esperar a que le vendaran los ojos, le dio un garrotazo a la bolsa,  la despedazó y llovieron dulces…

Mientras toda esa chiquillería gateaba recogiendo caramelos a dos manos, el autogiro aterrizó en un extremo de la cubierta  y salió Papá Noel. El Capitán había subido  por la curiosidad de entrevistarse con un Papá Noel de carne y hueso. Se saludaron los dos personajes, carialegres, y conversaban chanceándose.

Jaime y yo y mis dos hermanitas y Samir y Zulay  nos acercamos inmediatamente y saludamos a mi tío  Noel de beso y abrazo. Los demás niños y niñas se  admiraban de nuestra familiaridad y también se atrevieron a besar a nuestro tío, el cual, después de que saludó a todos, les dijo:

  Misión cumplida, podeis ir en paz.

 Demos gracias a Dios,  gritaron todos y corrieron  otra vez para el salón, digo para el comedor, porque no habían terminado de almorzar.

Cuando quedamos solos en la azotea del barco, junto al helicóptero, Papá Noel nos dijo, delante del Capitán:

 Mis queridos sobrinos Jaime y Susi, Nubia y Karin, les traigo una sorpresa, mejor dicho dos sorpresas, aquí están... Se abrió la portezuela del helicóptero y salieron papá y mamá. Corrimos a besarlos y abrazarlos  llorando de   felicidad.

Como Papá Noel ya nos había visitado en la selva cuando nos llevó  los disfraces, él ya conocía ese sitio sin necesidad de que le dieran las coordenadas para orientarse. Tan pronto le dijimos por teléfono que nos trajera dulces, él pensó: lo más dulce es la madre, y resolvió, en su vuelo hacia el barco, hacer una escala en el caserío de los indígenas y recoger a nuestros padres. Mamá besó con cariño a Samir y a Zulay y les dijo:

   De ahora en adelante, mi esposo y yo seremos los padres adoptivos de ustedes.

 ¡Y nuestros suegros!  gritamos Jaime y yo soltando la risa y nos lanzamos a abrazar y besar, yo a Samir, Jaime a Zulay.  La dicha es fácil.

Era un secuestro de amor, y un secuestro al revés, ¿Cómo así?  Pues que un secuestro ordinario consiste en sacar gente de la ciudad y llevarla al monte, y aquí era lo contrario: sacábamos niños del monte para llevarlos a la ciudad. El Capitán les dijo a mis padres:

  La avioneta de ustedes no está reparada todavía, los invitamos a permanecer con nosotros en el barco hasta mañana. Aplaudimos y gritamos.

Mis padres agradecieron y aceptaron la invitación; de todas maneras no podíamos reemprender por ahora el viaje al Brasil. Papá Noel se despidió del Capitán, de mis padres y de nosotros, subió al helicóptero y alzó el vuelo por encima del río y de la selva…Lo vimos empequeñecerse y desaparecer.

Esa tarde la empleamos en conocer todas las dependencias de lo que había sido un portaaviones japonés de la segunda guerra mundial. Portaaviones de 300 metros de longitud, o sea tres cuadras de barco. Ahora estaba convertido en un colegio especial, ultramoderno. Era una ciudadela de  niños, ciudadela aislada de toda otra ciudad, porque si estos niños volvieran a sus respectivas patrias, serían inficionados por de las ideas y ambiciones de todos los adultos, y con seguridad el día de mañana estos jóvenes declararían la tercera guerra mundial.

La coordinadora de los eventos  infantiles nos  invitó  a participar en la función de la noche, y aceptamos. Nosotros, los recién llegados al barco, presentaríamos un show muy simpático y exótico.




AQUELLOS  OJOS  VERDES…


Se llegó la hora de la función. Subió al escenario Samir, cuyos ojos verdes tenían el poder de dormir a una persona. Pidió una voluntaria; subió una quinceañera, se sentaron frente a frente. Samir  empezó a mirarla… A los pocos segundos la chica dobló la cabeza y  se durmió. Aplausos y gritería. Llegaron dos enfermeras con una camilla y se llevaron a la muchacha para el camarote, pero antes la pasearon por la platea del teatro, donde sus compañeras le hacían cosquillas y la pellizcaban para despertarla, pero no se despertó.

Samir pidió ahora que subieran diez voluntarias  al escenario. Subieron diez chiquillas y se colocaron de pie contra la pared del fondo, mirando al público. El Capitán subió a la tarima y prometió regalar una bicicleta para la niña que no se dejara dominar del sueño. Samir fue paseando la mirada por enfrente de las niñas, y cada niña iba cayendo…y el público aplaudiendo. Por último Samir fijó su vista en los ojos del Capitán, y el capitán se vino al suelo. Resonaron los aplausos.

A continuación subió Zulay al escenario. Los ojos de Zulay  tenían la facultad de atraer hacia sí a una persona. La sentaron en una silla y le vendaron los ojos; y en frente, a una distancia de unos 6 metros, sentaron a Nubia en una silla de ruedas, pero la niña con los brazos cruzados para que no se impulsara ella misma. A la una, a las dos, y a las tres:  quitaron la venda de los ojos de Zulay, la cual fijó los ojos en los de Nubia, e inmediatamente Nubia empezó a rodar con silla y todo hasta que las dos sillas se estrellaron. Aplausos y gritería.

Terminada la función de la noche oímos una música, era la señal para subir a  la terraza del barco. Los astrónomos habían anunciado para esa noche una lluvia de estrellas. Estábamos todos acostados en el piso, bocarriba, mirando al firmamento. De pronto empiezan a cruzar por el espacio negro  unas  ráfagas brillantes y doradas en todas direcciones y en silencio…¡Qué belleza!  Nos fruncíamos pero no de miedo sino de sorpresa y de alegría. Una profesora explicó:

-     Las llaman estrellas  fugaces  pero no son estrellas; son  fragmentos de astro que viajan a gran velocidad por los espacios vacíos, y al entrar en la atmósfera terrestre se incendian por el calor del rozamiento.

  ¿Por qué no hay lluvia de estrellas todas las noches?  preguntó una niña.

  Solo hay lluvia  cuando la Tierra en su recorrido anual atraviesa una  zona por donde viajan  aerolitos o restos de un cometa.

       La visión de las  estrellas fugaces  duró una media hora. La profesora concluyó              diciéndonos:

  Niñas y niños: si les gustó el espectáculo celeste, démosle un aplauso al Inventor.  

        ¡Pla, pla, pla!  resonaron los aplausos. El Inventor era  Dios.





MAL  DE  AMOR


Bajamos al dormitorio, un gran salón; parecía un archipiélago de colchonetas de diversos colores y tamaños. Cada niño y cada niña rezó en su idioma y nos tendimos  sin cobijas; la cobija era el clima tropical  de 40 grados a la sombra. A media noche Jaime comenzó a cantar dormido  y lo traicionó el subconsciente, pues como dicen,   "De lo que hay en el corazón habla la boca". Jaime  entonaba aquella idílica balada:

Princesita, la de ojos azules
 y labios de grana;
mariposa de lindos colores,
florecita de alegres mañanas...


Se despertaron mis hermanas y se despertaron otras niñas y escuchaban  la canción admiradas, y una niña preguntó:

  ¿Por qué cantará ese niño dormido?

   Porque está enamorado,  le respondí.

 ¿Enamorado de quién?

    De Zulay

  ¿Quién es Zulay?

   Es la niña de ojos verdes que anoche arrastró a Nubia con todo y silla, y solo con la fuerza de su mirada.

      Otra niña me preguntó:  

-   ¿Tú también estás enamorada?  

      También.

  ¿Y tu amor también es de ojos verdes?

   También, es el hermano gemelo de Zulay y se llama Samir. Es el niño que anoche durmió a diez niñas y durmió también  al Capitán. Sonreímos.

   Cántale un bolero a Samir. 

       Yo le canté más bien una ranchera:

Aquellos ojitos verdes
¿con quién se andarán paseando?
Ojalá que me recuerden
aunque sea de vez en cuando.

  Son canciones antiguas, comentó una chica, ¿Ustedes no saben canciones modernas?

-  Las modernas también se harán antiguas.

 ¿Y ustedes por qué se quieren tanto? preguntó desde su colchoneta otra niña.

  Porque venimos  en paseo de luna de miel, estamos recién casados.

  No lo puedo creer, tú tendrás máximo 13  años.

  Mahatma Gandhi se casó de 13 años, le contesté,  y por eso llegó a ser un  gran personaje.

  ¿Dónde te casaron de 13 años,   para ir yo también a que me casen?

 Nos casamos en la selva, con ceremonia de indígenas, que no necesitan sacerdote  ni obispo ni pastor. Solamente se necesita un eclipse de luna.

Muchos niños y muchas niñas se habían despertado y charlaban en francés, inglés, italiano, alemán, según las naciones de donde procedían. Todos eran huérfanos de padre y madre, los papás habían fallecido en bombardeos de la segunda guerra mundial. 

Guerra que duró más de 5  años y en la que murieron 50 millones de personas. Y fue desatada por un solo hombre, Hítler, el cual acabó suicidándose. Ha debido suicidarse antes de empezar la guerra, y así habría muerto solamente un loco esquizofrénico, y no 50 millones de personas, mujeres, niños y ancianos. Mejor dicho, Hitler no ha debido nacer en este mundo.

Ya iba amaneciendo, ya estábamos todos despiertos y fuimos levantándonos, unos a bañarse en ducha, otros en la piscina del barco y otros a navegar en canoa por el Amazonas. Fuimos a saludar de beso y abrazo a papá y a mamá, que habían dormido en camarote.

  Bueno, dijo mi padre, hoy reanudaremos el vuelo al Brasil, la avioneta ya está reparada.

  ¡Ay, lástima, exclamó Karin, ya estábamos amañados aquí en el buque, y tenemos muy buenos amiguitos!

   ¡Cómo! ¿tú también te enamoraste?

    Sí papi, de un niño que perdió la lengua en la guerra.

  ¿Perdió la lengua?

  Sí señor, quiero decir que es japonés y hablaba japonés, pero como aquí en el barco no había más japoneses, se le olvidó hablar en su idioma. Por eso digo que perdió la lengua. Sonreímos.

Samir y Zulay también saludaron de beso a mis padres. Mi hermano Jaime hizo la siguiente propuesta:                      

-      Está bien que sigamos nuestro vuelo al Brasil, pero después de las fumigaciones allá, podríamos regresar a este barco  para una visita de cortesía. A mis padres les pareció aceptable  la propuesta.






CANCIONES   SILVESTRES,  CANCIONES  DIVINAS


Se oyó una melodía y subimos al desayuno. De inmediato apagaron el equipo y nos invitaron a oír otras canciones ¿Canciones de quiénes?  De los  jilgueros, turpiales, alondras y ruiseñores. El barco se había orillado y detenido junto a las selvas vírgenes del Amazonas.

Desayunamos  aprisa y subimos a cubierta para saludar el nuevo día. Arreboles incendiaban el cielo. Bandadas de pericos atravesaban el espacio aturdiendo con  su gritería. Parejas de loras dialogando en el vuelo. Escuadrillas de patos-pisingos  formados en V se dirigían  a sus lejanas lagunas.  Garzas de nieve alzaban el vuelo desde los juncales y planeaban abanicando la superficie del río. Flamencos rosados guardaban equilibrio y silencio en una de sus  zancas  y se reflejaban temblorosos en el tranquilo remanso.

    ¡Papi, no nos vayamos nunca de aquí!  le rogué a mi papá, ¡Este es el Paraíso Terrenal!  ¡No salgamos nunca del Amazonas! Y se me desgranaron las lágrimas… En fin,  soy niña.

 Pero mija, respondió mi padre,  la fumigación en Brasil será cosa de una semana, y también será a orillas del Amazonas. Este grandioso río mide 7.000 kilómetros de longitud, 30 kilómetros de anchura y 200  metros de profundidad. Regresaremos a este barco, ayúdame a convencer a Nubia y a Karin, que se encapricharon con sus amigos  y no quieren viajar hoy.

Karen se acercó a mi madre  para decirle un secreto, pero todos entendimos   lo que le decía:

      Mamá, a Nubia no la llevemos en avión  al Brasil. 

   ¿Por qué dices eso?

   Porque de pronto le vuelven a dar ganas de hacer chichí.  Sonreímos.

   Pero mija, ¿y con quién se quedaría Nubia en este crucero?

   Con tú y conmigo.

   Mi amor, no digas  con tú, sino contigo.

A mi madre le hizo gracia  la ocurrencia de  Karin y le pareció prudente no llevar a Nubia al Brasil.  Resolvió quedarse con ella y con Karin en el barco. Mi padre aprobó, porque al regreso del Brasil vendríamos por ellas. Papá y nosotros   fuimos a despedirnos del Capitán del barco.

-  Muchas gracias, Señor Capitán, le dijo mi padre. Gracias  por su amable  acogida, gracias  por el hospedaje y gracias  por la alimentación.

  Y gracias  por las balas, añadió Jaime por chiste. Nos fruncimos de vergüenza  pero  al momento Jaime dio la explicación diciendo:

-   Sí, porque gracias a las balas tuvimos que aterrizar aquí en el barco y  disfrutamos de esta maravilla. El Capitán sonrió complacido, y nos tendió la mano diciéndonos:

   No me digan  adiós  sino  hasta luego.  Esta es su casa, los espero.






NOS  SECUESTRAN Y  ENCARCELAN



Jaime y yo, Samir y Zulay, quisimos despedirnos de la chiquillería y nos asomamos al polideportivo del barco. Cuando niñas y niños se dieron cuenta de que nos estábamos despidiendo, protestaron al momento, se nos vinieron en grupo, y como habíamos simpatizado con todos y con todas, nos besaban y abrazaban, hablando en inglés, francés, esperanto, alemán e italiano  y quizás también en ruso.

Finalmente nos condujeron a otro sitio  para escondernos. Por el camino gritaban:    ¡Al calabozo, al calabozo del barco! Y efectivamente, nos metieron al calabozo; pero el calabozo era el ascensor del barco. Nosotros cuatro no opusimos resistencia y nos dejamos encerrar con gusto y risas. Y una vez dentro del ascensor, oprimimos el botón de subida y nos escapamos... hasta llegar a la azotea del barco.






UNA  MUCHACHA  ATREVIDA

Tan pronto llegamos a la cubierta, vemos que la avioneta de papi aceleraba y ascendía a los cielos.  Se fue mi padre.

Pero no se fue solo. Después me contaban las niñas que al momento de abordar mi padre la avioneta se le acercó una muchacha rubia ojiazul, y llorando  le suplicaba diciéndole:

 “Me acaban de informar que  mamá se está muriendo en Brasilia, por favor lléveme”. (La que se estaba muriendo era ella, la muchacha,  muriendo de amor por mi papá). Durante el vuelo dizque le dijo a mi padre: Yo soy tu azafata.

 ¡Suba, señorita! le había dicho mi padre a esa usurpadora, tan ingenuo y bienpensado.

         Cuando las niñas me contaron hasta ahí, yo al momento exclamé:

    ¡Pobre papito, lo va a engatusar esa china ojiazul!

 Tranquila, me consolaron las niñas, tranquila que tu mamá también subió a bordo de la  avioneta con tus dos hermanitas  para acompañar y defender a tu papá. .

Me tranquilicé, pero empecé a preocuparme  por una simpleza: ¿qué tal que durante el vuelo al Brasil a Nubia le den otra vez ganas de hacer chichí…? Bueno, no faltará un potrero donde aterrizar  y  donde Nubia se pueda acurrucar.

Ya dije que los niños y niñas del barco eran huérfanos de padre y madre, víctimas de la segunda guerra mundial. Sus edades, entre los 7 y los 12 años; entre ellos  25 eran varones y  25 niñas. Total, 50 personitas. La ONU había declarado neutral este barco, mejor dicho internacional, y la NASA  lo había reservado para un programa científico y ultrasecreto, que parecía de ciencia ficción. Hasta hace unos años este buque había sido un Portaaviones de guerra,  de ahora en adelante sería un  Portaniños de Paz.

Se trataba de hacer un gran experimento para construir un Mundo Mejor, un Mundo sin guerras, sin hambre, sin ricos ni pobres (sino iguales). Un Mundo sin ambiciosos  de poder, sin políticos, sin ejércitos, sin cárceles.  Un Mundo sin ladrones (porque no habría menesterosos). Sin envidias ni amenazas. Por fin un Mundo en paz y alegría.








EL  IDIOMA  ESPERANTO


A Jaime y a mí  nos llamó la atención ver que  esos 50 niños, provenientes de varios países europeos, asiáticos y americanos, además de hablar en sus respectivas lenguas de origen se comunicaban por medio de un idioma común, de facilísima pronunciación y de facilísima escritura. Le preguntamos al Capitán  en qué idioma hablaban sus niños y nos respondió:


-     En Esperanto, lo aprendieron en dos meses; ningún otro idioma es tan fácil ni tan práctico.

   Capitán, yo  conozco  la historia  del Esperanto, le dije. El Esperanto lo inventó el doctor Ludovico Zamenhof, polaco, políglota, paisano de Copérnico. Zamenhof inventó ese idioma con el fin de facilitar al máximo las comunicaciones entre todos los países del mundo y estrechar nuestros vínculos de fraternidad. Esperaba que con unificar el idioma se unificaría la humanidad. El autor se firmaba: "Doctor Esperanto".  Así empezaron llamar su idioma, y así se  quedó:  "Esperanto".

  Pero los jefes de las naciones, completó el Capitán, hicieron fracasar ese invento, porque temían que el Esperanto desbancara sus idiomas. Le hicieron la guerra, se burlaron, lo desacreditaron y lo desplazaron. El inventor debió  morir  de pena moral.  

     Yo sentencié con mucha seriedad:

  -     En este mundo, quien presume de redentor muere crucificado. 
      Así que nadie arreglará este mundo. 

     -  Si el esperanto ha sido un éxito en esta embarcación cosmopolita, añadió el Capitán; si niños de doce países y doce lenguas distintas han podido entenderse y conversar en una lengua común, ¿por qué no puede hacerse también entre los adultos y a nivel mundial? Porque los jefes de los estados son soberbios y egoístas.








LLUVIA  DE LETRAS

La coordinadora nos indicó salir al polideportivo del barco para un concurso de habilidad. Salimos en alegre camaradería y nos dirigimos a las canchas;  en el suelo se veía un cañoncito vertical que parecía de oro, cañón como para disparar un cohete pirotécnico. La coordinadora explicó:

   Lloverán del cielo unos papelitos, en cada uno una letra. Ganará el niño o la niña que primero forme su nombre y apellido con las letras. ¡Listos!     Y empezó la cuenta regresiva:

    Cuatro... tres... dos…uno… cero…  

Pum. Tronó un totazo, y el cañón disparó al cielo un surtidor de papelitos de brillantes colores que descendían aleteando como mariposas. Cien manitas de niños y de niñas perseguían y atrapaban al aire esos papeles o los recogían del suelo y empezaban a formar su nombre.

-   ¡Gané, gané!  gritó Zulay, y mostraba  en el suelo su nombre bien formado, en mayúsculas fosforescentes:  Z U L A Y

   ¡Falta el apellido!  gritó alguno.

Jaime voló a lado de Zulay,  le obsequió sus papelitos y le formó rápidamente el apellido:  S C H N E I D E R

Aplausos y gritería de todos los concursantes, y se comieron a picos a Zulay.

En los días siguientes disfrutaríamos de varias excursiones y aventuras por el  Amazonas, por los caños y las ciénagas. Ciénaga es una laguna panda  que se comunica con el río por medio de un caño o brazuelo.







EL  LAGO  DE  LOS  CISNES


A la media hora 10 botes de remos estaban recostados contra los flancos del Portaniños, y frente a cada bote  se descolgaba una escalerilla de sogas  desde la cubierta del barco. Con agilidad de adolescentes descendimos por dichas escalas y abordamos las barquetas. Sin salvavidas ni flotadores, porque precisamente se trataba de ejercitarnos en la natación. En cada barca 5 tripulantes, niños y niñas.

Las ciénagas son un desahogo del río: cuando por causa de los aguaceros en las cabeceras aumenta el caudal exageradamente, el río se desborda hacia las grandes llanuras bajas  y las convierte en ciénagas. Y viceversa, cuando desciende el nivel del  río, las ciénagas revierten toda esa cantidad de agua y la devuelven al río, juntamente con los bancos de peces que se hayan reproducido  en  la represa.

Tan pronto nos alejamos del Portaniños y remábamos felices y dichosos, descubrimos  que   lejos,  sobre la superficie del  agua,  venían hacia nosotros unos tiburones de río (eso pensábamos). Detuvimos las barcas  para prevenirnos… Los tiburones se aproximaban demasiado acelerados y temíamos que nos  embistieran,  pero cuando ya venían a poca distancia  dieron un gran salto y pasaron por encima de nosotros…Ver para creer. No eran tiburones sino delfines, y rosados  nada menos.

Espontáneamente aplaudimos y gritamos como si estuviéramos en el acuario de Disney World presenciando acrobacias de focas y delfines. Pensábamos que los tiburones, digo los delfines, se habían alejado, pero descubrimos que venían escoltándonos con los hocicos fuera del agua y parecían  reírse luciendo su blanca dentadura.  Otro aplauso y otra gritería.

Seguimos a remo y nos desviamos por un caño hacia una ciénaga, y allá encontramos otra gran sorpresa, otra maravilla natural: un archipiélago de  victorias regias, exclusividad amazónica, única en el mundo. Victoria regia es una  hoja circular flotante y gigante, de  2 metros de diámetro, capaz de sostener a una persona sin hundirse. Sus grandes flores rosadas se llaman lotos o nenúfares, y exhalan un perfume exquisito.  Aplaudimos de nuevo y nos entraron ganas de abordar esas grandes hojas verdes que parecían bandejas circulares de altos bordes.

Zulay saltó a la primera victoria, y sentada en el centro irradiaba  besos, saludos y sonrisas.…Jaime desde su barqueta simuló que le enfocaba una cámara. Todas las demás niñas, 25 en total, abordamos sendas victorias. Aquello parecía  “El lago de los cisnes”. Navegábamos entre lotos rosados y flores de tarulla, que son unas violetas flotantes de un delicado color lila.   En la orilla un flamenco parecía  posar para una foto. Me acordé al punto de una poesía que había compuesto  mi papá, y yo la sabia de memoria. Recité la tercera estrofa:

Un rojizo flamenco sobre verdes juncales
equilibra el embrujo de su ígneos rubores;
pensativo en su zanca, solitario estilita,
se refleja vibrátil  diluyendo arreboles.


 ¡Esto es el Paraíso! grité yo entusiasmada, ¡No nos vayamos nunca del  Amazonas!

  ¡Quédate tú, nosotros nos vamos! replicó Jaime por broma, y remando  se alejó en su barqueta.  

Mientras las niñas nos entreteníamos juntando lotos rosados, los  niños en las diez barcas salieron de la ciénaga y emprendieron el regreso por el caño. Querían  jugarnos una chanza: aparentar que regresaban al barco y que nos dejaban botadas en la ciénaga. Cuando los chicos  ya iban río arriba aproximándose al buque, oyeron una gritería de nosotras. Gritería de angustia.

    ¡Auxilio, auxilio! clamábamos agitando las manos mientras desfilábamos por el brazuelo hacia el río.

¿Qué estaba sucediendo? Que la ciénaga se estaba desaguando por el caño hacia el río y se llevaba consigo las 25  victorias con nosotras, las angustiadas sirenas.

Inmediatamente los chicos, alarmados, quisieron rescatarnos, pero ya era tarde, las bandejas flotaban río abajo al garete por el caudaloso Amazonas. Ellos se apresuraron a remar con todas sus fuerzas para alcanzarnos, pero no lograban acortar la distancia. Entonces sucedió lo increíble. Una valla de palos medio sumergidos nos esperaba más adelante, preciso por donde íbamos a pasar  nosotras  arrastradas por la corriente. 

Nos vamos acercando a la empalizada…nos vamos acercando…acercando…y llegamos. No eran palos, eran los delfines que habían acudido a detenernos. En seguida llegaron los chicos en sus barcas  y empezó el trasbordo de  sirenas.  Nos salvaron los delfines.

Las victorias, ya sin niñas pero  con la risueña carga de los rosados nenúfares, seguirían río abajo en un paseo primaveral y en silencio, como un desfile de floridas bandejas. Les aguardaban más de tresmil kilómetros de recorrido fluvial. Durante el viaje recibirían la visita de las mariposas azules, de turpiales, sinsontes, garzas, libélulas, alondras y pelícanos.

De regreso al barco yo venía pensativa, me impactó la intervención y actitud de los delfines, nos habían salvado sin conocernos, sin saber quiénes éramos nosotras. Y pensé: la inteligencia de los delfines, y sobre todo su inteligencia emocional, es uno de los más bellos  milagros y misterios de la naturaleza.

Regresamos felices y dichosos al  Portaniños.  Arrimamos los botes a los flancos del buque y trepamos otra vez por las escalas. Llegados a cubierta, nos aguardaba un delicioso refrigerio de helados y otras golosinas. La dicha es fácil.





OPERACIÓN  LIMPIEZA

   Favor dirigirse al paraninfo, anunciaron por micrófono.

 ¿Qué será paraninfo? me preguntó  mi hermano, le contesté:

 Paraninfo es un muchacho que quiere mucho a su ninfa. Jaime y Zulay se arrebolaron, pues se dieron  por aludidos.

   Mentiras, me apresuré a explicar, paraninfo es lo mismo que auditorio, o sea un salón de conferencias. Y hacia allá nos dirigimos. Al entrar nosotros al salón, el conferencista iniciaba:

"Así como las células de la memoria anidan en determinada parte del cerebro, y  si se extirpan esas células la persona se olvida de todo, de la misma manera   en alguna parte del  cerebro anidan esos siete virus  que llamamos soberbia, avaricia, lujuria, ira, envidia, egoísmo y agresividad.  Y si se extirpan esos virus la persona queda limpia de las  siete pasiones criminales. Mientras no se extraigan esos siete monstruos, el género humano seguirá portándose peor que los animales. Seguirán las guerras, los odios, las venganzas, los homicidios, los robos, las mentiras, las calumnias y toda clase de maldades a nivel personal, familiar y mundial. Esa operación limpieza  la realizarán los científicos del programa  Nueva Humanidad.

“Ahora bien, seríamos muy crueles si una vez  angelizados  estos niños los enviáramos de nuevo a convivir con la sociedad humana, mejor dicho inhumana, en la que abundan los corruptos, los ladrones, los avaros, los secuestradores, los terroristas y todo género de criminales. Estos niños y estas niñas (a quienes llamaremos los elegidos) no volverán a convivir con los humanos.

“Estos elegidos irán a vivir en una isla remota, incontaminada, e inaccesible para el resto de hombres y mujeres. Los elegidos  iniciarán una  Nueva Humanidad, inocente, de la cual sí pueda decirse  que es “Imagen y semejanza de Dios”. Si no encontramos esa isla en los mares de nuestro planeta,  la buscaremos en el océano infinito de los espacios siderales y de las galaxias. O sea, buscaremos  un planeta sin estrenar, y por lo tanto sin contaminar.  - He dicho”. 

 Aplaudimos y gritamos y salimos en jubilosa camaradería.







HOY  ES  MAÑANA

Se llegó el día de partir en busca de una isla remota. Se les dejó a los elegidos  exponer sus propuestas. Tomó  la palabra un niño y habló así:

 Una opción podría ser esta, aprovechando que los ríos están interconectados: navegar Amazonas arriba, pasar por el brazo Casiquiare al Orinoco, y por el Orinoco salir al Océano Atlántico, donde buscaríamos una isla incontaminada y remota.  

      Inmediatamente objetó una chica:

  Este barco de 300  metros de longitud y de gran calado, no puede navegar sino en el bajo Amazonas, no en ríos pandos y de muchas  curvas.

  Para eso llevamos botes salvavidas, propuso un tercero. Pues naveguemos en este Portaniños hasta donde sea posible, y de ahí en adelante trasbordamos  a los botes y seguimos río arriba.

  ¿Y la alimentación?  preguntó alguno. En los botes no caben víveres para un mes ni habría cómo cocinarlos. ¿Y dónde dormiríamos?  los botes salvavidas son para emergencias de corto alcance, no para un viaje de crucero. Además, ese recorrido por agua sería de unos cuatromil kilómetros, y a fuerza de brazos y de remos sería imposible, impracticable.

   Pues entonces, propuso alguno, intentemos salir del Amazonas por el Amazonas, o sea por su desembocadura en el Atlántico. Así como entró este barco por el delta,  pues también podrá salir por el delta.

    ¿Qué es  delta? preguntó una niña.

     Delta es la desembocadura de un gran río  en el mar.

  ¿Por qué se llama delta?

-     Porque esa desembocadura suele ser ramificada en forma de triángulo, y la letra griega delta mayúscula también tiene forma de triángulo. Por eso a la desembocadura de un río le dieron el nombre de esa letra.

    Entonces no debería decirse el delta de un río, sino  la delta, porque las letras son femeninas: la be, la ce, la che, la omega, la delta. etc.

  Bueno, es cuestión de gramática, habría que consultarle a la Academia de la Lengua, porque aquí no viajan lingüistas.

   ¿Que no viajan lingüistas?  Todas estas niñas son tan lingüistas que no callan la lengua un minuto. Soltamos la risa.

-    También este recorrido por el  Amazonas abajo hasta la desembocadura en el Atlántico es larguísimo, tendríamos que navegar más de tres mil kilómetros.

    Prescindamos de viajar por agua, propuso el Director. Realmente sería un viaje muy largo y muy lento. Pensemos viajar por aire. Se me ocurre esta solución: sencillamente que nos faciliten  un avión de guerra, ya que no hay guerra por ahora. Y aquí en cubierta llevamos la pista de aterrizaje. 

     Resonaron los aplausos.







HABLA  LA  OEA

Corrimos a proponerle la idea al Capitán del barco. Él estuvo tan de acuerdo que inmediatamente le pasó el teléfono al Director del Programa y este llamó a la OEA  (Organización de Estados Americanos). Llegó al momento la respuesta  por los parlantes de a bordo:

     A la orden,  habla con  el Secretario Perpetuo de la OEA.

-   Muchas gracias, soy el Director del Programa Nueva Humanidad. Nos encontramos  a bordo del que fue portaaviones Fugiyama y ahora es Portaniños Gandhi. Debemos salir ahora mismo para el Triángulo de las Bermuda. Por favor, le agradeceríamos enviarnos un avión bombardero convertible.  (Y el  Director le indicó a la OEA  la posición del barco en América del Sur,  o sea le trasmitió las coordenadas del buque para su localización).

    ¡Vuélense por los morrales! nos exhortó el Director del Programa.

Corrimos por los morrales, y cuando subimos a cubierta ya el  bombardero rugía encima de nosotros. Pasaba y repasaba a demasiada velocidad y haciendo demasiado estruendo. ¿Cómo pudo ese avión  llegar tan rápido?  Primero, porque esos aparatos son de velocidad ultrasónica, o sea viajan  a mayor velocidad que el sonido. Y segundo, porque tal vez no estaba muy lejos de aquí,  en alguna pista secreta y cercana.

De pronto una metamorfosis: vimos en el horizonte un punto que se acercaba lento… Creímos que era un helicóptero, pero era el mismo avión,  que había inclinado sus  chorros hacia abajo y podía aterrizar verticalmente como un autogiro, sin necesidad de una larga pista. Esto no era nuevo para nosotros, lo habíamos visto en televisión. Ya el avión-convertible (llamémoslo así) se cernía  encima del barco Portaniños y empezó a descender verticalmente. Los saludamos  con una gritería ensordecedora, brincábamos y brincábamos. Pero ¿qué sucedió?

Que cuando intentaba posarse en cubierta, sus potentes ciclones nos barrieron hacia los lados y tuvimos que acostarnos en el suelo,  casi  una niña se sale por la borda, gracias que   un grumete la agarró a tiempo del vestido.  Una vez pasado el susto y cuando ya  el  aparato se había posado y  apagado,   nos acercamos  a curiosear tan grandioso  artilugio.

Y aquí otra sorpresa: como el avión-convertible venía sobrecargado de electricidad estática por el roce con la atmósfera, nos trasmitió  esa electricidad.  El cabello de las niñas se erizó que parecían brujas, nos sobrevino un ataque de  risas y de nervios. 

Se abrió la escotilla o portezuela del avión  y  entramos en desorden y nos acomodamos en los asientos. Tronaron las turbinas de retropopulsión y empezamos a ascender… primero  verticalmente hasta sobrepasar las nubes, luego el avión-convertible enderezó sus chorros y avanzamos  horizontalmente hacia las Islas Bermudas. El fuselaje o cuerpo del avión no era de aluminio sino de cristal irrompible y transparente, así que la visibilidad era magnífica en todas direcciones.








HACIA   EL  TRIÁNGULO  DE  LAS  BERMUDAS

           Una vez dentro del avión, sentados y asegurados con la correa, 
            oímos las instrucciones del Director del Programa:

     Como todo el mundo le tiene pánico al famoso Triángulo de las Bermudas, a lo mejor allá encontremos una isla sin monstruos y podamos iniciar ahí la Nueva Humanidad.

   ¿Monstruos son animales?  preguntó alguno.

-     ¡Nooo! los animales son criaturas preciosas. Monstruos llamo a los hombres sin conciencia y sin corazón, como los que siembran minas antipersonales, los secuestradores, los terroristas, los narcotraficantes, los estafadores, los que siembran virus en las redes de Internet y todos  los demás criminales del mundo. Esos son los monstruos, no los animales.

Sobrevolábamos una isla de hermosa vegetación, pero lástima, se veían poblaciones, carreteras, vehículos, fábricas y hormigueo de seres humanos, o sea, una isla ya contaminada por los  monstruos.

    No podemos aterrizar aquí, sentenció el instructor, porque donde quiera que hay  civilización,  hay monstruos. Vámonos a buscar otras islas.

También este avión de guerra, como el barco portaaviones, había sido acondicionado para el tiempo de paz. Anteriormente, en las ventanillas de estos aviones de combate había ametralladoras con teleobjetivos. Ahora se habían eliminado las ametralladoras pero quedaron los teleobjetivos como pequeños telescopios recreacionales, o sea para observar y apreciar paisajes y otras bellezas de nuestro planeta. Con ellos se podía distinguir con toda claridad a las personas y sus oficios. Una niña, dirigiendo su telescopio individual  hacia tierra,  exclamo:

     Veo un extenso cafetal  y mujeres cogiendo la cosecha.

     No es cafetal, le corrigió su vecina, es un sembradío de coca.

    Veo un ingenio azucarero, comentó un chico, pero no veo la cañadulce ni las pailas de la miel.

     Claro que no hay miel ni cañadulce, le observó una niña. No hay miel sino ácido sulfúrico, porque tampoco es trapiche sino un laboratorio de coca.

     Son las gracias del  Homo Sápiens… comentó Jaime con ironía.

Homo Sápiens  son dos palabras latinas y quieren decir  Hombre Sabio. Así se autodenominaron los científicos del siglo antepasado, dizque para distinguirse de los animales. Ja ja. (Y no me río porque tengo el labio partido).
  
Nuestro Director les propuso a los aviadores que nos dirigiéramos al Polo Norte, quizás allí encontraríamos terreno para iniciar el Nuevo Género Humano, lejos de toda civilización.

    En el Polo Norte  no hay tierra sino hielo, fue la respuesta de los aviadores. El Polo Norte es un témpano flotante, por debajo del cual puede atravesar un submarino. Como de hecho lo atravesó el "Nautilus".

    Entonces vámonos al Polo Sur.

    En el Polo Sur sí hay tierra firme, pero  bajo la capa de hielo, a 2.000 metros de profundidad.

 -  Entonces vámonos para las Islas Vírgenes.

-     No hay tales Vírgenes, ya  han sido  profanadas por las potencias,  que se las pelean. Todas las islas están contaminadas de negocios, de empresas, de ambiciones y de trampas, porque a dondequiera que llega el Homo Sápiens llega con su agresividad y su ambición.






¡EL  HOMO  SÁPIENSQUÉ  RISA!


   Ya está visto, declaró el Director, que las naciones seguirán en guerras, seguirán fabricando y vendiendo armas, seguirán explotándose unas a otras en vez de ayudarse mutuamente. Porque así es el genoma del Homo Sápiens. Un adulto respondió:

    No hay que perder la fe en el hombre; claro que hay malvados, la prueba es que se tuvieron que inventar las cárceles y otros castigos. Pero, como dijo Teilhard de Chardin,  “La Humanidad avanza  siempre hacia delante y hacia arriba”.

  Claro, sí, dijo un chico ironizando, los primitivos peleaban a piedra y palo. Después inventaron las flechas, que van siempre hacia delante y hacia arriba. Luego escopetas y pistolas. Ahora misiles, que también avanzan hacia delante y hacia arriba. Ametralladoras, tanques de guerra, aviones de guerra, barcos de guerra, submarinos de guerra, y por fin bombas atómicas.  Claro que vamos avanzando hacia delante y hacia arriba. Ja, ja.

-   No todo es maldad; en Colombia por ejemplo, la inmensa mayoría son buenísimas personas, honradas, trabajadoras, que no le hacen mal a nadie;  los malvados son  la minoría.

  Pero esa minoría  de malvados  pone en jaque a todos los demás, a toda la nación. Por culpa de esos pocos malvados la nación tiene que malgastar millones de pesos y de dólares  en armas,  ejércitos y cárceles. Millones de dólares que deberían invertirse en agricultura, ganadería, industrias, autopistas, hidroeléctricas, clínicas, hospitales colegios y escuelas,  es decir, en  todo lo que sea progreso.

    Ni el ejército dominará a la guerrilla, ni la guerrilla dominará al ejército. La solución no está en las armas porque la violencia engendra más violencia.

    ¿Entonces cuál es la solución?

     La solución está en suprimir las causas del descontento, que son las  injusticias  sociales  y  la pésima distribución de las riquezas.






ACROBACIAS  AÉREAS

El piloto dirigió el avión-convertible hacia una lejana región desconocida, no sabíamos si sobrevolábamos Europa, Asia o Africa. Por el camino se nos advirtió por los parlantes, que nos harían una demostración de acrobacias aéreas; que íbamos a experimentar lo que es la ingravidez (o sea sentir que uno no pesa nada y que se va elevando). Que no nos fuéramos a asustar. Recordemos ante todo que el fuselaje o cuerpo de nuestro avión no era de aluminio sino de cristal irrompible, transparente en todas las direcciones hacia donde miráramos: arriba, abajo, a derecha y a izquierda, o sea visible en todo el panorama. Panorama quiere decir visión total.


Primera sorpresa: la inmensa llanura que sobrevolábamos empezó a balancearse  allá abajo, unas veces se asomaba por el lado derecho, otras veces por el lado izquierdo, sin que nosotros nos ladeáramos (eso nos parecía). De pronto la llanura  se estabilizó a un lado,  parecía un gran mapa en relieve colgado en la pared; un mapa infinito por arriba y por abajo.

Segunda sorpresa: la tierra se pasó para encima de nosotros (para lo que nos parecía que era encima). Me dolía la nuca de tanto mirar para  arriba.  Y en esa tierra de encima veíamos claramente las haciendas, los caminos,  las autopistas con su tráfico de  buses y de carros, veíamos  los ríos, los pueblos, los montes, las lagunas. Era que volábamos cabeza-abajo.

Tercera sorpresa: al mirar para abajo, o sea a través del piso transparente del avión, veíamos allá abajo el cielo azul y el sol  y su rebaño de nubes. Impresionante ese fondo azul oscuro, un fondo sin fondo, el infinito. Era que volábamos cabeza-abajo.

Cuarta sorpresa: notamos que unas veces nos sentíamos pesados, pesadísimos, oprimíamos los resortes de los asientos como si pesáramos toneladas. Otras veces nos sentíamos livianos, peso pluma, casi levitábamos. Era que el avión realizaba el rizo o los rizos, que consisten en describir grandes círculos como un ensortijado. Todo eso lo habíamos visto en película, pero otra cosa era la experiencia.

Quinta y última sorpresa: en un momento en que nos sentíamos livianitos,  nos soltamos  los cinturones y nos fuimos elevando sueltos hacia el techo del  avión… flotábamos en el aire…gritábamos y reíamos...¡Era la deliciosa    experiencia de la ingravidez! También habíamos visto flotar hombres y mujeres en los entrenamientos para astronautas, pero ahora éramos nosotros los que levitábamos.   

De pronto caímos  de nuevo en los asientos, nos abrochamos los cinturones. La tierra ya no estaba encima de nosotros sino debajo. El cielo azul y el sol estaban en su puesto, arriba. Todo había vuelto a la normalidad.

Continuamos el vuelo a velocidad superior a la del sonido. Más aún,  superior a la de rotación de la tierra. La tierra tarda 24 horas en dar una vuelta sobre sí misma, nuestro avión le daba dos vueltas en el mismo día.

-   En este preciso  momento (anunciaron por los bafles), estamos sobrevolando  las islas de Borneo y Sumatra, antípodas de Colombia. En estas islas están hoy en  domingo.  En seguida  volaremos sobre una región donde apenas están en  sábado, o sea que podemos retroceder  en el tiempo.

¿Retroceder en el tiempo…? Quedamos pensativos. ¿Y si volamos en sentido contrario estaremos en el mañana, o sea llegar al futuro sin salir del presente…?  En esas vemos que el Director sonreía viéndonos perplejos.  Había sido un acertijo o chanza del piloto para despistarnos.






EN  EL  FONDO  DEL  CRÁTER

     Ahora vamos a curiosear, nos avisó una voz por los parlantes del avión, vamos a curiosear  un punto de la tierra a donde pocos han llegado: el cráter de un volcán. Nos miramos con sorpresa y con miedo.

Y nos dirigimos a sobrevolar cordilleras echándoles ojo a los volcanes. La mayoría estaban apagados pero no en todos los cráteres se podría descender. En unos  dormía una verde laguna, en otros todavía llameaban fumarolas, en otros el olor de azufre era demasiado repugnante. Cráteres visitamos  cuyo  piso era demasiado caliente y había peligro de una repentina erupción; en otro la tierra dentro del cráter era demasiado estéril, desértica, todo piedra pómez,  paredes escarpadas, y sin gota de agua.

Descubrimos algo muy ingenioso y muy práctico en cierto cráter junto a cierta población: un cable aéreo llevaba en vagonetas la basura urbana y la arrojaba en el cráter; allí las fumarolas se encargaban de incinerar y convertir esa basura en abonos útiles. Así en la próxima erupción el volcán arrojaría cenizas fertilizantes sobre una amplia extensión de cultivos. La población se libró de basureros y de cinturón de miseria. Ahora la rodeaban prados, jardines y labranzas.

Por fin sobrevolamos  un profundo cráter sin laguna, sin fumarolas y  sin azufre; en el fondo se veía tierra plana dónde aterrizar.  Iniciamos el descenso. Confiábamos en que los chorros verticales de las turbinas servirían de amortiguadores, pero  no fue así y más bien aumentaba la velocidad de caída…aumentaba…aumentaba…¡Y el avión cayó bruscamente,   rebotamos en los asientos!  ¿Por qué eso?

Porque este cráter no había sido causado por  una erupción volcánica sino por la caída de un gran asteroide que se profundizó en el subsuelo, pero un fragmento metálico de varias toneladas había quedado superficial, casi a ras de tierra. Ese fragmento superficial era de ferroníquel magnético.  Lo supo  el aviador porque las brújulas del avión se enloquecieron y  porque las luces empezaron a parpadear. El aerolito con su potente magnetismo atrajo nuestra máquina voladora, cuyos componentes eran en gran parte de acero.

Inmediatamente el aviador intentó alzar el vuelo vertical como un helicóptero, pero el avión no despegaba. Los potentes chorros de sus turbinas arreciaban su fragor, levantaban polvareda en torno, pero el  avión-convertible no se alzaba del suelo ni un centímetro. ¡Quedamos prisioneros  de un imán en el fondo de un cráter de paredes verticales, a  200 metros de profundidad! Gracias que las niñas no se dieron cuenta de lo irremediable de la situación, y si no habría sobrevenido el pánico y la angustia. 

Una vez apagados los motores y asentado el polvo alrededor, se abrió la puerta del aparato y empezamos a salir con cautela, con mucha curiosidad y muchos nervios,  y aquí vino una graciosa  sorpresa. Las niñas  sí podíamos  caminar, correr y brincar; en cambio  los niños no, sino que trabajosamente andaban, como si calzaran zapatos de plomo. ¿Y eso? Porque las niñas veníamos descalzas, y en cambio los hombres calzaban guayos de alpinista con puntas  de acero. El aerolito imantado no atraía pies descalzos y sí atraía clavos de acero. Las niñas no pudimos  menos de reírnos de los hombres y de felicitarnos de  ser niñas descalzas. La dicha es fácil.

El aviador  salió muy preocupado  y se sentó en un pedrusco a observar  y a pensar. Todos mirábamos las zancas del  convertible  (ruedas no usan estos aparatos porque no las necesitan). De pronto ¿qué vemos? Vemos que la tierra debajo del  autogiro empieza a removerse, como si algún monstruo subterráneo quisiera levantarse.

El monstruo era el aerolito, que salió y se pegó contra la plancha inferior de acero, sonó un fuerte golpe metálico  y el avión se estremeció. No sabíamos si aplaudir o alarmarnos. El rostro del aviador se iluminó con una sonrisa de esperanza, se levantó y entró al aparato para intentar de nuevo el despegue.

    ¡Todos a bordo!  fue la orden. Entramos al avión, nos sentamos, nos ceñimos, y listos…

Nuestro aparato prendió motores, rugieron las turbinas verticales, los potentes chorros levantaron una polvareda alrededor, y la máquina se alzó del suelo con el bloque metálico adherido a sus pies, como águila con su presa entre las garras.  Veíamos que por fuera de la nave  las paredes rocosas del cráter bajaban y bajaban mientras nosotros subíamos y subíamos y  al fin salimos de la cárcel de piedra. Nuestra gritería de felicidad aturdió al Director, quien se tapaba los oídos sin dejar de sonreír. Todos alzamos las manos con los pulgares hacia arriba.






¿ Y  AHORA  QUÉ ?

¿Qué hacer con este divino tesoro del espacio, el aerolito? ¿Qué hacer  con este misterioso extraterrestre?  No lo estábamos buscando, él se adhirió a nuestra nave. De lo contrario habría quedado para siempre inadvertido, allá en el fondo de un cráter a donde nadie descendería por los siglos. Llevar este bloque metálico a una siderúrgica para que lo derritieran sería una profanación, un sacrilegio, sobre todo si su precioso metal fuera a convertirse en armas.

Talvez llevarlo a un museo, a un planetario, a una exhibición internacional, ya veríamos. Mientras volábamos  se me vinieron a la mente las estrofas de un poema que  mi papá, astrónomo aficionado y poeta, le había compuesto a un aerolito:


¿De dónde, criatura inesperada,
de qué remota estrella,
de qué veloz galaxia
viniste a nuestra esfera?

Cruzaste los espacios
oscuros y vacíos,
extraviado  fragmento
                                                   de casual cataclismo.

Tú eres una incógnita
y un mudo interrogante:
¿existen seres vivos
en planetas distantes?


Dentro de la nave charlábamos alegremente preguntándonos para dónde iríamos ahora con este inesperado polizón de ferroníquel magnético. Sobrevolamos ciudades de encumbrados rascacielos. Pueblitos apacibles en medio de encantadores paisajes. Autopistas con vertiginoso tráfico de móviles. Vías férreas del tren-bala, pero  ese tren parecía que más bien retrocediera,  porque nuestra velocidad era muy superior, dos veces ultrasónica.   Sobrevolamos una erupción volcánica de turbulento penacho llameante y vimos la incandescente lava rodar montaña abajo incendiando bosques, trigales, cultivos y viviendas.

Devoramos la encrespada  llanura del mar, vimos el sol ocultarse dos veces en el mismo día, y se ocultaba no por el ocaso sino por el oriente, puesto que viajábamos en contravía de la rotación de la tierra.  Traspasamos la barrera del tiempo: nuestro reloj señalaba miércoles, pero en el barco ya era jueves. O sea que habíamos llegado al futuro sin salir del presente. (Acertijo).




JUGANDO  EL TODO  POR  EL  TODO


El aterrizaje sobre la cubierta del barco iba a ser de mucho riesgo, puesto que dicha cubierta era una lámina de acero que atraería fuertemente al aerolito magnético y por lo tanto al avión. Se nos ordenó por los parlantes de a bordo que extendiéramos  al máximo los asientos reclinables, de modo que quedáramos acostados bocarriba, como se les exige a los astronautas en el momento del despegue.

Nos santiguamos y cerramos los ojos.  Empezó el descenso, y en vez de menguar la velocidad aceleró… aceleró… y  PUMM   sonó el golpe  contra la lámina de acero. Bueno, pasó el susto. Enderezamos los asientos, se abrió la portezuela y salimos en desorden y haciendo algarabía.

Ahora el problema era cómo despegar el aerolito magnético de las bases del avión.  Llamaron al ingeniero electrotécnico del barco  y él opinó así:

      Hay que desimantar el aerolito.

-     ¿Pero cómo?

      Rodeándolo  con un devanado y haciendo circular una corriente 
      de alto amperaje.


El piloto aprobó, en cambio el Capitán del buque meneó la cabeza, escéptico, pero ordenó al personal de la termoeléctrica del barco ponerse a la disposición del ingeniero.

Dos empleados   trajeron un largo cable eléctrico y lo devanaron alrededor del aerolito convirtiéndolo en bobina, o mejor en un electroimán. Al conectarlo a la corriente eléctrica se sintió un fuerte zumbido, se recalentaron las espiras de la gran bobina y despidieron humareda; pero el aerolito se desprendió de la base del avión; el magnetismo había desaparecido. Aplaudimos al ingeniero de sistemas.

El piloto del avión convertible, desde su puesto en la cabina, con máscara de oxígeno, se despidió agitando la mano, prendió  los reactores, que nos ventilaron y casi nos tumban, alzó el vuelo y se fue.

Los electricistas desenvolvieron la bobina y se llevaron los cables, quedó el aerolito desnudo  ante nosotros; despedía vapor, se había recalentado.

  ¡Bauticémoslo, propuso Jaime, pongámosle un nombre al aerolito. Aprobado por unanimidad.  Y empezamos a proponer nombres:

     Extraterrestre
     Polizón
      Ferroníquel
     Astrolito

   Levanten la mano los partidarios de Extraterrestre, pedí yo. Se levantaron  15 manos.

      Ahora los partidarios de Polizón… 5 manos.

     Los de Ferroníquel...  10 manos.

 Los de Astrolito…20 manos. ¡Gritería triunfal, brincos y brincos! Quedó bautizado “Astrolito”. Parecía   un diminutivo cariñoso.  Astrolito es lo mismo que asteroide y que aerolito.

-    Ahora, propuso un chico, hay que traer una botella de champaña y estrellársela,  así bautizan los barcos.

En vez de champaña un mesero trajo vodka en envase plástico y se lo entregó al chico. Rodeamos el bloque de hierro.

   ¡A la una…gritó el niño empuñando la botella, a las dos... y a las tres!  Quebró el envase contra el aerolito y este alzó  una llamarada  que le chamuscó el cabello y las cejas. Más que risa nos produjo miedo.

    ¿Cometimos un sacrilegio?  preguntó alguno.

 Tranquilos, exclamé yo, no es nada sobrenatural, la explicación es esta: sencillamente el vodka de la botella contenía demasiado alcohol, y el aerolito estaba demasiado caliente por el corrientazo, por eso alzó la llamarada.

Inmediatamente las niñas nos tomamos de la mano y empezamos a girar en ronda  alrededor del asteroide, cantando y haciendo  caballitos… 


Vamos a la huerta de toro toronjil,
a ver al Astrolito comiendo perejil.

Natalia no está aquí, está en su vergel
abriendo una rosa y cerrando un clavel.

Ja ja La dicha es fácil.





MENSAJERO  DEL  COSMOS

En esas llega un empleado provisto de taladro eléctrico y nos informa que había que hacerle al aerolito una pequeña trepanación para extraer limaduras y analizarlas en el laboratorio del barco.

   ¡No, por favor, no lo profanen! protesté yo interponiéndome para impedir que hirieran el cuerpo de Astrolito.

  ¿Te enamoraste ahora de un simple trozo de metal? me reprochó Samir.

 ¿Y tú ya estás celoso? le repliqué;  no es cualquier pedazo  de metal, es un asteroide, mensajero del Cosmos. A lo mejor nos trae noticias  de más allá de las estrellas.

  Pues precisamente hay que sacarle a la fuerza esas noticias, no hay más remedio que taladrarlo y  analizar las limaduras.

    Está bien, procedan, respondí.

El mecánico se acercó al  asteroide, apoyó la punta de la broca en el metal y prendió el taladro, que giraba y rechinaba… nos tapamos los oídos. No solo no entraba la broca en el metal, sino que la broca se fue amellando, recalentando y  reblandeciendo como si fuera de melcocha. El mecánico apagó el taladro y botó la broca; la cambió por una de las que llaman "de acero rápido" y pidió agua helada; le trajeron una botella de la nevera.

     El agua  no es para mí sino para la broca, respondió.

Mientras con  la mano derecha manejaba el taladro, con la izquierda iba regando el agua fría en la punta de la broca para refrigerarla. Ahora sí salieron limaduras. Con un pequeño imán  recogió esas chispas de hierro  y las llevó al laboratorio. Mañana nos darían el resultado de los exámenes, el diagnóstico del  asteroide.

Nos encariñamos de “Astrolito”, lo mimábamos como a un pequeño extraterrestre, inclusive nos daba pesar de que por la noche se quedara solo en la azotea del barco. Al otro día supimos el resultado del análisis: las limaduras de ferroníquel revelaban vagos indicios de carbón cristalizado próximo a convertirse en diamante, debido a la altísima presión y altísima  temperatura del astro de su procedencia. ¿Qué había sucedido en su planeta de origen? ¿Se desintegró y volaron fragmentos en todas direcciones?  Enigma.





INVESTIGACIÓN   EXHAUSTIVA

Acabábamos de regresar  de un periplo alrededor de la tierra, habíamos visitado islas, penínsulas, glaciares, continentes, mares, lagos y por último cráteres   de volcanes apagados; y no habíamos encontrado la cuna que buscábamos para iniciar la Nueva Humanidad. Toda la tierra estaba contaminada de civilización, o sea de agresividad, egoísmo, soberbia, orgullo, avaricia, lujuria, ira, envidia, odio y  corrupción administrativa.

Pero sobre todo guerras: guerra entre países vecinos, guerra civil entre facciones de la misma nación, guerra por el monopolio de las industrias, guerra dentro de cada familia, de los esposos entre sí, de los hermanos entre sí. Malevolencia de los inquilinos de un mismo conjunto; malevolencia y sabotaje y desfalcos de los socios de una misma empresa. Todo maldad.

Y lo más cruel e inevitable: guerra dentro de cada individuo, en que habitan las siete panteras capitales. Y para colmo, el Homo Sápiens había instalado alrededor del mundo empresas exclusivas del crimen: fábricas de armas, fábricas de minas antipersonales, fábricas de drogas destructivas de la personalidad, clínicas de abortos,  empresas de pornografía en cine, revistas e Internet.

Escuelas expresamente instituídas para amaestrar guerrilleros, o sea sicarios y secuestradores. El Homo Sapiens. La única especie animal que milita contra sí misma, que procura eliminarse. Los astrónomos ya no dicen “El Planeta Tierra” sino  “El Planeta Guerra”.






MANOS  A  LA  OBRA

La NASA, juntamente con la  Asociación Internacional de Astrónomos, elegirían una Galaxia (una entre millones)  para la exploración y búsqueda de un planeta habitable. Exoplanetas se llaman los orbes  fuera de nuestro sistema solar. Las galaxias se determinan por números. Fue elegida la Galaxia número 3.527-XZ. Pero inmediatamente los astrónomos y los científicos reflexionaron:  No hace falta irnos tan lejos, basta con explorar nuestra propia Vía Láctea.

Entonces eligieron el exoplaneta número 2.435-YH. vislumbrado ya por los radiotelescopios en órbita. La pareja niño-niña elegida sería primero hibernizada (sometida a hibernación) y luego disparada con rumbo a tal exoplaneta, y allá sería despertada y revitalizada. 

Recordemos que las ardillas duermen y permanecen sin comer ni beber  durante los tres meses que dura el invierno. Si el invierno se alargara más, las ardillas prolongarían también su hibernación. Las marmotas hibernan durante 7 meses.  Entonces sí es posible detener las funciones vitales durante un largo tiempo y después reactivarlas. En las pirámides de Egipto se hallaron granos de trigo que habían permanecido 5.000 años en reposo; se sembraron y produjeron trigales. La vida es vida y tiende a perpetuarse, sea vegetal o animal.

Hoy son niño y niña; al entrar a hibernación se detendrá su crecimiento pero al salir seguirán cumpliendo años. Afortunados él y ella, que   estrenarán un planeta virgen e incontaminado de humanidad, mejor dicho de criminalidad. Iniciarán  el Nuevo Género Humano.

Estrenarán un Paraíso quizás también con fieras, pero no con fieras humanas. Del cerebro de estos niños ya se habrán extirpado las siete bacterias de la infelicidad humana, culpables de todas las desgracias, enumerémolas  una vez más: soberbia, avaricia, lujuria, ira, envidia, egoísmo y agresividad. Los iniciadores del Nuevo Género Humano engendrarán hombres y mujeres  limpios, para una Humanidad  Feliz y en Paz, que se acredite a sí misma y que acredite a su Creador.

Para lanzar al espacio el cofre de cristal con la pareja niño-niña hibernizados habrá que trasladarlos primero al Cabo Kennedy, donde serán  instalados en la cápsula frontal de un cohete y disparados luego hacia el exoplaneta predeterminado. Exoplanetas quiere decir fuera del sistema solar;  son  mundos  que orbitan alrededor de otros soles.

Si miramos el cielo estrellado en una noche despejada, todos esos puntitos luminosos  que llamamos luceros o estrellas, son soles,  muchos de ellos  más grandes que nuestro sol. Alrededor de cada estrella gira una familia de planetas, todos en incansable movimiento... Más veloces mientras más cercanos a su respectivo sol.  Nada está quieto en la creación, inclusive las estrellas que llamaban  fijas no son fijas, son las más veloces.             .

Entre los millones de planetas hay miles de ellos  habitables, o sea cuyas condiciones de temperatura, luz, agua, oxígeno, carbono, presión atmosférica, rotación y fuerza de la gravedad son favorables a la vida. Y esas condiciones ya se han descubierto  por métodos ultramodernos, además de los radiotelescopios que orbitan fuera de la atmósfera y además de los espectro-telescopios gigantes. Así que este viaje no es de ciencia ficción sino de realidad, tan real y tan factible como un viaje a la luna.

Dije que todas las estrellas que vemos en el cielo son soles, rectifico: excepto cinco, que no son luceros  sino planetas y que se distinguen porque no titilan, son ellos: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, visibles a simple vista. Los tres restantes son telescópicos: Urano, Neptuno y Plutón.  Nuestra Tierra, vista desde Marte o desde Venus, también parece una estrellita…

Gran expectativa en el barco Portaniños. La primera pareja ya estaba sorteada: Jaime y Zulay. Todos llorábamos de angustia, de alegría, de temor y de esperanza. Despedirnos para siempre…Sin posibilidad de retorno…Pero este sacrificio valía la pena, porque era para iniciar una Nueva Humanidad sin las fallas de la actual: sin guerras, sin odios, sin venganzas, sin maldades, sin crímenes. Sin injusticias, y por lo tanto sin hambre y sin miserias. 

Algunos filósofos modernos  opinan que el actual género humano es apenas un proyecto, un borrador. Que Dios es libre de hacer experimentos. Parecería que la actual Humanidad se le salió de las manos,  como el monstruo ideado y fabricado por Frankestein. La culpable de todos los males es la Libertad humana. Y parece que Dios la sigue respetando, no la eliminará. Nos convertiríamos en maniquíes  teledirigidos.

Ahora bien, la manipulación del cerebro y erradicación  de los  virus mentales  no se realizaría en el barco, sino en los laboratorios de alta ciencia y tecnología aledaños a las torres de lanzamiento de la NASA en  Florida, Estados Unidos.





REGRESAN  PAPÁ  Y  MAMÁ


Llevábamos ya una semana en el barco Portaniños. Mientras tanto mis padres, con mis hermanas menores Nubia y Karin, habían ido en avioneta  al Brasil y habían cumplido con el contrato de fumigar unos extensos arrozales.

De pronto sentimos ruido de avión y subimos a la cubierta del barco. Venía nuestra avioneta... Brincábamos y brincábamos. Tomó pista, desaceleró y paró. Corrimos a su encuentro, salieron las dos niñas, salió mi mamá, por último mi padre. Nos abrazamos y besamos apretadamente con risa y lágrimas. No se imaginaban ellos que iban a ser los penúltimos besos y los penúltimos abrazos  sobre  el planeta Tierra….

Bajamos inmediatamente a saludar al Capitán del barco y al Director del Programa Nueva Humanidad.

   Quedan secuestrados, dijo por broma el Director. Mañana saldremos para La Florida, Estados Unidos, a presenciar la exportación de la primera pareja humana con rumbo a  las estrellas, lejos de las miserias de esta vida. 

   Mis papás creyeron que era una chanza y sonrieron complacidos. Jamás se imaginaron lo inimaginable.

Los primeros nominados para viajar a otro planeta eran Jaime y Zulay. Seguiríamos  Samir y Azucena. Los demás niños nos acompañarían hasta la torre de lanzamientos y después regresarían al barco Portaniños para seguir su formación y seguir cumpliendo años.

Esa noche nadie pudo dormir ante la expectativa de semejante viaje, no solo  a Florida sino viaje a las estrellas. Éramos dos matrimonios sin estrenar, nuestro paseo de luna de miel sería rumbo a los luceros...

Después de 20 años de viaje a través del los espacios oscuros y vacíos, las dos parejas de  adolescentes despertaríamos  en  mundos distintos y distantes. Estrenaríamos   paraísos incontaminados  y engendraríamos  hijos felices y dichosos, liberados  de las siete pasiones capitales. En cada exoplaneta se iniciará otro Género Humano del cual Dios no se tendrá  que arrepentir, como se arrepintió de esta Humanidad incorregible que se le salió de las manos.  Lo sabemos por el Génesis: “Y Dios se arrepintió de haber creado al hombre”.



RUMBO  AL CABO  KÉNNEDY

Amaneció el día de volar. Vimos y oímos acercarse por el cielo el mismo avión convertible y supersónico, aterrizó verticalmente en la cubierta del barco y  aguardaba que nosotros lo abordáramos. Y lo abordamos. De pronto yo me solté el cinturón y salí corriendo, todos se preguntaban qué se me habría olvidado. Se me había olvidado despedirme de “Astrolito”. Me arrodillé delante de él.

-   ¡Chao mi amor, le dije acariciándolo. Me  voy, mucho juicio, adiós!

Cuando me incliné para besarlo me arrebató la medalla, se reventó la cadenilla,  se la dejé en recuerdo mío. No era nada sobrenatural, sino que al bloque metálico le había quedado magnetismo remanente y mi medalla era de acero niquelado, por eso fue atraída por el imán. Subí de nuevo al avión.

La ciudadela flotante, o sea el Portaniños, había cumplido su propósito: alojar a 50 huérfanos de la segunda guerra mundial, pero no solamente brindarles hospedaje, alimentación, vestuario y educación, (eso lo habían podido hacer en tierra firme). Sino principalmente aislarlos de la contaminación de los  “civilizados”  o sea de los hombres y mujeres que solo piensan en sí mismos, en lucro,  en llegar a los primeros puestos  para dominar a los restantes, en hacer todo el mal posible a los prójimos. Repito: si estos huérfanos crecieran en el mismo ambiente de las naciones europeas, ellos el día de mañana declararían la tercera y última Guerra Mundial.

Bueno, rugieron los motores y alzamos el vuelo. Niñas y niños estábamos ilusionados y  felices. Me acordé al momento de otra poesía de mi padre y la declamé en voz alta:

¡Viajar! La ilusión de mi vida.
Sentir a mis plantas la tierra pasar y pasar...

Salir de la inercia un instante
y el diario recinto por anchas florestas cambiar.

Sentir el placer de la brisa
y el gozo que irradian los cielos, la tierra y el mar.

Sentir que renacen mis alas
y el último vuelo quisieran conmigo ensayar.

Avanzábamos por encima de las nubes a velocidad supersónica y en menos de media hora llegamos a Florida, pero no al aeropuerto civil sino al de los vuelos espaciales de la NASA.  Nos condujeron a las dependencias de otra ciudadela, exclusiva para el entrenamiento de astronautas. Jardines, piscinas, flores, frutas, pajaritos en los árboles; música de fondo, pero música de verdad, no ruido ni estruendo.

Niños y niñas estábamos ilusionados y felices, nos considerábamos  los seres más afortunados del mundo. No se trataba de ir sencillamente a la luna, que en fin de cuentas no es más que un barranco esférico y estéril, sin agua, sin aire, sin vegetación. Para ir a un desierto no hace falta ir a la luna; aquí en la tierra tenemos los  desiertos del Sahara,  de Chile, de Australia  y  aun de los Estados Unidos.

La gracia será estrenar un planeta ya con sus tres reinos de la naturaleza funcionando en perfecta armonía: mineral, vegetal y animal. Y donde no haya aterrizado el Homo Sápiens, el máximo deforestador y predador que ha existido. ¡Qué dicha convivir con las aves y las flores, inclusive con las fieras, pero sin la menor posibilidad  de toparnos con el   monstruo humano!

Jaime y Zulay habían sido los primeros nominados para iniciar el tratamiento de la erradicación de los virus mentales. No describiré cómo fue la despedida que les dimos porque se me vienen las lágrimas. Tuvieron que hipnotizarnos a todos para que no cayéramos en histeria colectiva.

Jaime y Zulay pasaron a cuidados intensivos, fueron anestesiados y fueron intervenidos (o sea se les extrajeron del cerebro las pequeñas células donde anidan los 7 virus culpables de la infelicidad. Repitamos por última vez sus repugnantes nombres: soberbia, avaricia, lujuria, ira, envidia, egoísmo y agresividad. 

Jaime y Zulay  fueron  hibernizados,  o sea adormecidos, y sus funciones vitales detenidas. A los demás niños y niñas nos brindaron tizanas de toronjil y nos mandaron a la cama; teníamos que  dormir tranquilamente  para amanecer despejados y presenciar de cerca el lanzamiento del colosal cohete. Cohete que viajaría con  rumbo al borde de la Galaxia





RUMBO  AL  ESPACIO

¡Amaneció el grandioso día del lanzamiento! Nos informaron que ya en el alto vértice del  cohete Saturno  habían  instalado  el cofre cristalino con la  pareja niño y niña, Jaime y Zulay, adormecidos. Salimos en tropel de la ciudadela de astronautas y corrimos al espacioso campo de lanzamientos. El  impresionante cohete metálico de  125 metros de altura estaba erguido, envuelto en vapores que se escapaban  del hidrógeno líquido. Una fuerte vibración en  tierra y un vago zumbido en el aire nos amedrentaba como si fuéramos a presenciar la explosión de una caldera. Nuestros pechos vibraban de emoción, de expectativa y de pánico.

Se oyó la  cuenta regresiva:  9…8…7…6…5…4…3…2…1…0

Tronó un rugido ensordecedor, tembló la tierra, nubarrones y llamaradas brotaron de la base del cohete, y el coloso empezó a elevarse lento, majestuoso…Aceleró…aceleró…Lo seguimos con la vista, brillaba  el revestimiento de platino contra el cielo azul.        Pero lo más vistoso era la rojiza cola de fuego que lo impulsaba con poderoso empuje hacia la estratosfera. Y se nos perdió en el infinito. Jaime y Zulay despertarán dentro de 20 años en algún remoto paraje feliz del Universo…

Regresamos a la ciudadela de astronautas. Mañana nos tocará el turno a nosotros, Samir y Azucena. Dentro de unos años a los demás niños, que ya serán adolescentes. El programa cuesta millones de dólares, pero colaboró la ONU aportando lo que malgastaría en la restauración de postguerra. De nada serviría contribuir con auxilios millonarios para salvar la economía de las naciones de Europa. De nada serviría reconstruir las ciudades bombardeadas si había de permanecer intacto el odio en el corazón  de los hombres. Tarde o temprano estallaría la tercera y última Guerra Mundial.

Para este programa, el  de la purificación del cerebro y la inauguración de la vida en otros planetas, colaboró el Japón, que, precisamente por su amarga experiencia de las dos bombas atómicas, se convenció de la monstruosidad  de las guerras. El emperador japonés declaró que él no era un dios sino un hombre mortal como cualquier otro.  El Japón se dejó de armamentismos y se dedicó a la industria y al verdadero progreso de la Humanidad.

Hasta aquí escribí esta crónica yo, Azucena,  testigo presencial de todas nuestras aventuras, desde cuando despegamos de Colombia para ir a fumigar unos arrozales brasileños, pero que por una emergencia infantil   tuvimos que aterrizar en un potrero de la selva amazónica y luego en  un portaaviones japonés.Y esa escala imprevista  cambió por completo el rumbo de nuestra existencia. Dejo ya este manuscrito  en manos de mi madre Alicia, quien  continuará la narración.

Mañana Samir y yo seremos disparados hacia otro exoplaneta,  que nos espera  en algún remoto confín de la Galaxia. Dentro de unos años  emigrarán de la Tierra otras niñas y otros niños, exentos ya de los virus  propios del genoma humano. Las parejas iniciarán su respectiva Historia  en  planetas distintos y distantes, separados por millares de años-luz.

 Adiós para siempre…

S U S I







VEINTE  AÑOS  DESPUÉS


    ¡Mamá, estamos felices!

 Yo, Alicia, mamá de Jaime y de Susi, oí esta voz a media noche y no sabía si era del teléfono, del celular o de la calle. Saqué el celular de debajo de la almohada y me lo arrimé al oído, estaba sin minutos. Me levanté de la cama, prendí la luz y alcé el teléfono fijo... Nadie hablaba. Rebullí a mi esposo y le dije:

-   Wilson, asómate al balcón, parece  que nos llaman. Wilson se levantó en piyama, y medio sonámbulo se asomó al balcón. La calle estaba desierta.

    Te soñaste, me dijo,  vuélvete a dormir.

Como se me había espantado el sueño, permanecí despierta, sentada bajo la lámpara, esperando que me hablaran de nuevo. Abrí una revista de modas y me puse a hojearla para entretenerme. Wilson, que se caía de sueño, volvió a su cama y se acostó de nuevo. En esas…

      ¡Papá, estamos felices!  

Wilson y yo escuchamos con  toda claridad este saludo, pero  él, creyéndose  sugestionado por mí,  se levantó,  y muy resuelto dijo:

    ¡Yo no creo en espantos! Desenchufó el radio (que estaba apagado), desenchufó el televisor (que también estaba apagado), desconectó todos los teléfonos. Bajó inclusive al comedor y a  la cocina y desconectó el microondas y la nevera.

     Te chiflaste,  le dije,  no exageres, no es  para tanto.

En esas salen de su pieza nuestras dos hijas  Nubia y Karin, que ya eran profesionales de 25 y 27  años respectivamente. Ambas empiyamadas y ambas despelucadas  y con  ojos  de espanto.

-     ¡Mamá, nos hablaron, afirmó Karin,  y era la voz de Susi!

      Susi está demasiado lejos de aquí,  le recordé, incomunicada por completo de nosotros.

     Ni a la velocidad de la luz,  comentó Wilson, ni a la velocidad de la luz podría  llegar a la Tierra un mensaje de las galaxias,  tardaría siglos.

    ¡Pero que llegó, llegó!  dijo Nubia.

   Se me ocurre una explicación, comentó Karin. Hay una velocidad superior a la velocidad  de la luz: la velocidad del pensamiento, es instantánea.

     ¡Claro, reafirmó Nubia, la telepatía!

Entonces caímos  en la cuenta de que Susi nos  había hablado por telepatía desde su remoto planeta. La telepatía en fin existe, es una facultad  del cerebro humano, aunque por completo desperdiciada y descuidada.

     ¿Y ahora qué hacemos?  preguntó Karin.

     Volvernos a dormir, sugirió Wilson.

Entonces nos acomodamos, mi esposo, mis dos hijas y yo, en la espaciosa  cama de matrimonio y nos dormimos. Y durante el sueño no solo escuchamos sino que vimos a Samir y a Susi, que hablaban sonrientes desde un paraje hermoso. Detrás de ellos  se veía un prado florido, el viento agitaba las ramas de los árboles y se oía el canto de los pájaros. A Susi ya se le notaba un incipiente abultamiento…

   Tendremos mellizos,  comentó Azucena sonrojándose de  pura alegría. Yo también me arrebolé de gozo y de orgullo.

   Por fortuna estamos bien lejos de la Tierra, añadió Susi. Por fortuna el Género Humano ya no tendrá tiempo de trasladarse  a las estrellas y contaminar otros mundos.

   ¿Por qué dices que  no tendrá tiempo?  le preguntó Wilson.

     Porque  todas las especies animales de la Tierra  tienen fecha de vencimiento como les llegó a los dinosaurios. El género humano es una de tantas especies animales, se extinguirá.  Además, el hombre adelantará su propio  holocausto  suicidándose con su propia invención: la guerra nuclear.

   ¿Y qué les sucederá, preguntó Nubia, qué les  sucederá a las especies vegetales y animales  que sobrevivan a ese holocausto? ¿Cómo terminará la vida y todo lo demás en el planeta Tierra?  Samir contestó: 

     El sol, como tantos luceros,  estallará para convertirse en estrella supernova, y en su expansión relámpago devorará a  sus  planetas más cercanos: Mercurio, Venus, Tierra y Marte serán trocitos de combustible para su incendio nuclear.

  Y si el sol no estalla, intervino Azucena, se irá consumiendo inevitablemente, como inevitablemente se consume un cirio encendido. El sol pierde cada segundo 4 billones de toneladas de su masa, convertidas en energía. Por lo tanto, si el sol  va perdiendo masa, irá perdiendo también su fuerza de atracción con la que sostiene a los planetas en sus órbitas. Estos  se le irán centrifugando en espiral, empezando por Plutón el más lejano, (ya se le han escapado otros periféricos). Y al fin saldrán todos los 9 planetas disparados  por la tangente hacia los espacios oscuros  y helados de la Nada. Y en la Nada se congelarán y seguirán viajando como témpanos de hielo por eternidad de eternidades…

Esto nos reveló  Susi mientras  dormíamos, y en seguida esa  imagen y esa voz  fueron desvaneciéndose…Despertamos  felices  y dichosos y al desayuno comentábamos:

     -- Bueno, empezó Wilson, nuestros hijos están felices, ¿qué más podemos desear?

-     ¡Lástima que nosotras dos, lamentó Nubia, no hubiéramos sido nominadas para viajar a las estrellas!

 ¿Sabes por qué fue? respondió Karin,  por no haber elegido nosotras unos buenos novios de entre esos chicos de la ciudadela flotante.

      Éramos muy tiernas, contestó Nubia,  tú de 7 años, yo de 5.





HABLAN  JAIME  Y  ZULAY


En esas sonaron simultáneamente todos los teléfonos de la casa, tanto fijos como celulares, a pesar de que  estaban todos desconectados. Nos alarmamos y no sabíamos qué hacer, quedamos inmóviles como cuando empieza un sismo y uno queda perplejo.

     Papitos buenos días, les habla Jaime.

Se prendió la pantalla del televisor y aparecieron Jaime y Zulay  en un huerto de manzanas. Nos saludamos efusivamente, con dicha y lágrimas.

      -  ¿Cómo nos contactaron, les preguntó Wilson, si están  desconectadas todas  las              líneas?

    La telepatía es inalámbrica, respondió Jaime, la telepatía no necesita cables ni enchufes.

    Veo que voy a ser abuela por segunda vez, dije al notar que Zulay también           esperaba un bebé.

-      Tendrás otros dos nietos, me contestó Zulay, porque yo también espero mellizos.

-     Entonces ya serán cuatro, comentó Nubia, contando los dos de Azucena y Samir.

    Cuando nazcan y crezcan los hijos de ustedes, les preguntó Karin, ¿con quiénes  se casarán? porque allá no hay más hombres ni mujeres.

     Como los hijos de Adán y Eva, que se casaron entre  hermanos, para empezar.

    ¡Descríbenos cómo es la vida en ese planeta!  le urgió Karin, que no
se aguantaba la curiosidad de saber algo del otro mundo.

-    Estamos recién llegados, contestó Jaime,  todavía no hay historia en este planeta, la historia la  iniciaremos nosotros.

    Después de un viaje de veinte años por el vacío, les preguntó Nubia, ¿ustedes ya tendrán más de treinta  años de edad?

  Llegamos aquí con la misma edad que teníamos al despegar de la  Tierra, le respondió Zulay,  porque mientras estuvimos en hibernación no crecimos, nuestro metabolismo se detuvo. Al despertar aquí fue tanta nuestra fascinación y éxtasis ante estas maravillas, que se nos pasaron varios meses (meses nuestros) sin acordarnos de trasmitirles a ustedes nuestro “aterrizaje”. No sé cómo llamarlo, porque a este planeta no le hemos puesto nombre todavía, lo estamos pensando.

-   ¿Qué novedades encontraron allá?  les pregunté.

-      Muchas, por ejemplo: tenemos  2  lunas o satélites, una de ellas viaja al revés, o sea que sale por el occidente y se oculta por el oriente. Eclipses de luna cada 15 días, de sol cada mes; cometas  todas las noches. Aquí los días y los años son más cortos que en la Tierra.

    ¿Allá hay arco iris?  Interrogó Wilson.

 Naturalmente, desde que haya sol y  lluvia. Y no solo es arco-iris sino circunferencia-iris, preciosa!

   ¿Qué tal allá la fuerza de la gravedad?

    La mitad  de la terrestre, porque nuestro planeta es menor que la Tierra. Por lo tanto cada persona pesa la mitad de lo que pesaba en la Tierra. Aquí subir lomas es  delicioso y facilísimo, uno casi vuela.

    ¿Qué encontraron allá igual que en la Tierra?

   Todas las maravillas: flores, frutas, árboles, arbustos, bosques, selvas,  pájaros, cuadrúpedos, reptiles, peces, metales, piedras preciosas, mares, ríos, quebradas, lagunas, cascadas, nevados, nubes, arco iris, arreboles, aire, cielo azul, sol, estrellas, dos lunas, cuatro estaciones, brisas, lluvias, nieve, rocío, llanuras, cordilleras,  orquídeas, mariposas y  luciérnagas. Y además miles de otras especies vegetales y animales que ya no existen en la Tierra.

  ¿Y qué no hay en ese planeta?

   No hay ni habrá: reyes, emperadores, zares, presidentes, dictadores, ministros, gobernadores, alcaldes,  congresistas, concejales, diputados. Pero sobre todo, no habrá zánganos, es decir políticos. (Nos reímos)Jaime añadió:

    Tampoco hay ni habrá: ejércitos  ni policías ni cárceles, porque nadie ofenderá a nadie. Todos disfrutaremos con inmensa gratitud y alegría  las maravillas de este planeta paradisíaco, diseñado  para nosotros por Alguien Superior y Anterior al Universo.

   Un mensaje de ustedes para los terrícolas.

  Ninguno, porque ya la solución de todos sus problemas la enseñó con su palabra y con su  ejemplo  JESUCRISTO.


F  I  N






                               V O C A B U L A R I O

Absurdo              irracional, contradictorio
agüero                 superstición, falsa creencia
aledaño               colindante, limítrofe
algarabía            gritería confusa
altruista               quien procura el bien ajeno a costa del propio
amperaje             intensidad de la corriente eléctrica
antípodas            habitantes de zonas diametralmente opuestas
artilugio              aparato sofisticado
asteroide              fragmento no esférico de un astro
auscultar             explorar el interior, sondear
autogiro              helicóptero
avistar                 divisar, percibir desde lejos
bejuco                 cierta planta trepadora
bobina                 devanado alámbrico en forma de carrete
butaca                 banquillo tosco, de madera
calado                 parte sumergida del barco
calcinar               incendiar, incinerar
camerino             sitio donde los artistas se revisten y preparan
cardumen            banco de peces
carillón                juego musical de tubos colgantes  
carroña               animal muerto
cataclismo           trastorno violento de un planeta
catapultar           lanzar al aire a una niña porrista
cerciorarse           asegurarse de que algo es cierto
cetro                    bastón de mando
chip                     pequeño circuito multifuncional
choza                   casa pajiza
clandestino          secreto, oculto
cofia                    prenda de cabeza usada por  las enfermeras
conchanácar       madreperla
coordenadas       líneas que determinan la posición de un punto
cosmopolita         habitante de todo el mundo
cuajarse               endurecerse         
descifrar              traducir, interpretar
desertar               abandonar su milicia, empresa o partido
desfalco               gran robo en las finanzas de una empresa
disidente              separatista
embrujo              fascinación, atracción misteriosa
ensortijado          rizado, encrespado
equinoccial          ecuatorial
escarpa                pendiente áspera del terreno
escudilla              taza de barro cocido, sin orejas
exhaustiva           que agota las fuentes
exótico                 muy raro, muy especial
facciones             partes del rostro humano; bandos de un pueblo
fauces                  garganta
fisco                     tesoro público de un país
flanco                  lado, costado
fluvial                  de río
fruición               goce, complacencia
fumarola             escape de humo y gas en un cráter volcánico
garabatear          escribir con garabatos
gamada               cruz cuyos brazos son escuadras
garabato             letra deforme
garete (al)            sin control
grumete               marinero aprendiz
hechizo                encantamiento
hibernar              pasar el invierno en dormición
holocausto           gran matanza de seres humanos
husmear              rastrear con el olfato
incipiente             principiante
ingravidez           ausencia de gravedad
jaque                    amenaza de ataque
jerigonza             palabrería ininteligible
jocoso                  gracioso, chistoso
lacio                     liso (cabello)
legendario           no histórico sino de leyenda
levitar                  elevarse por fuerza desconocida
liana                    bejuco
lucro                    ganancia
maraña               lugar cubierto de malezas
medroso              que infunde miedo
metabolismo       proceso de las funciones vitales
metamorfosis      cambio de forma
mito                     persona o cosa de gran estima
mutismo              silencio
nazis                    partidarios del nacional-socialismo alemán
ninfas                  fabulosas doncellas silvestres
núbil                    en edad de casarse
papiro                 plantas de donde se originó el papel
periplo                 viaje o recorrido circular
perplejo               indeciso
políglota              que domina varias lenguas
polizón                pasajero  colado  en un buque
pómez                  piedra volcánica, esponjosa de color gris
prematuro           inmaduro
quina                   corteza medicinal del quino
quinina               sal febrífuga del quino
referendo            elección popular, plebiscito
revirar                 responder pronta y vivamente        
romántico           sentimental
sainete                 comedia corta y festiva
sendos                 uno cada uno  (a caballo en sendos ponis)
sicario                  asesino asalariado
sirena                  ninfa marina con busto de mujer y cola de pez
sonámbulo          que camina dormido
subconsciente      que no llega a ser consciente
talego                  bolsa
telepatía              comunicación a distancia de cerebro a cerebro
tiesto                    gran plato de barro cocido; vajilla de cerámica
timonel                quien maneja el timón de la nave
troquelar             cortar con moldes
vendaval             viento fuerte y lluvioso
ventolera             capricho repentino
vestíbulo              antesala
vestier                  camerino
Vía Láctea          nuestra galaxia
vidriado              con barniz de material vítreo


         


     C O N T E N I D O 

       La mañana del vuelo
       Escala imprevista
       Vestir al desnudo
       Ojos celestes
       Regresa papá
      Una lora bilingüe
     Amor a primera vista
     Cuatro turquesas
     Matrimonio de niños
     Noche de insomnio
    ¡Qué chispazo más chispazo!
     Nuestro gozo en un pozo    
    ¡Qué lluvia tan chévere!
    ¡Volémonos!    
     Hallazgo imprevisto
     Tercer intento de fuga
    ¿Y ahora qué?
     Un secuestro de amor
     Aterrizaje de emergencia
     Embriagante coctel
     ¡Aló Papá Noel!
     ¡Que viva la fiesta!
     Aquellos ojos verdes…
     Mal de amor
     Canciones silvestres, canciones divinas
     Nos secuestran y encarcelan
     Una muchacha atrevida
     El idioma Esperanto
      Lluvia de letras
    El Lago de los cisnes
     Operación limpieza
     Hoy es mañana
     Habla la  OEA
     Hacia el Triángulo de las Bermudas
     ¡El Homo Sápiens, qué risa!
     Acrobacias aéreas        
     En el fondo del cráter
     ¿Y ahora qué?
     Jugando el todo por el todo
     Mensajero del Cosmos
     Investigación exhaustiva
     Manos a la obra
     Regresan papá y mamá
     Rumbo al Cabo Kennedy
    Rumbo al Espacio
    Veinte años después
   Hablan Jaime y Zulay
  Vocabulario



Antonio Silva Mojica
Fue un jesuita colombiano.
Escribió novelas y poesías para adolescentes.
Sus lectoras lo llamaban "El Poeta de las Niñas".

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